Seis meses con el IPC bajo cero
El descenso del IPC en marzo en términos armonizados, según estimó ayer el INE (el dato definitivo no se conocerá hasta el día 15) viene a confirmar, una vez más, lo difícil que es hacer pronósticos por parte de los expertos en un momento de crisis económica como el actual. Se esperaba por todos los analistas que esta caída en los precios de consumo no fuera a producirse hasta los meses de mayo o junio, cuando, por comparación con el año pasado, empezara a surtir efecto la diferencia entre el precio del petróleo de hace doce meses (entonces estaba por encima los 100 dólares por barril) y el actual (en torno a 50 dólares). El hecho de que estemos ya con el IPC en tasa interanual negativa, la primera desde que el INE hace mediciones, muestra cómo la caída de la demanda interna está influyendo en mayor medida en los precios de consumo, mucho más de lo previsto.
Dicho esto, la cuestión principal ahora es si esta bajada del IPC se va a extender en el tiempo de forma sostenida, hasta alcanzar lo que los economistas denominan escenario de deflación (proceso continuado de caída de precios) o si se trata de una etapa transitoria.
Un primer análisis lleva a pensar en que vamos camino de ella. Si se tiene en cuenta que el peso específico de los carburantes en el IPC es alto (tienen una ponderación del 18%) y que apenas se ha empezado a descontar el efecto base del petróleo respecto a 2008, es fácil estimar que quedan varios meses en los que el proceso de caída de precios de consumo continuará. Ello se producirá hasta agosto, mes en el que el año pasado el precio del petróleo empezó a desacelerarse. Por tanto, es casi seguro que se asistirá a seis meses de bajadas continuadas del IPC, con éste sumergido en tasas negativas. Sin embargo, pasado agosto es probable que las cosas cambien y que el escenario inicial de deflación, tan temida por los economistas, no se produzca. En primer lugar porque, a partir de ahí los carburantes tendrán un impacto al contrario al de ahora.
Resistencias a la baja
En segundo lugar, porque en el IPC existen fuertes resistencias a que sigan bajando los precios en muchas de las partidas que lo componen. Así lo pone de manifiesto un análisis que acaba de realizar Caixa Catalunya. En él se apunta, por ejemplo, a tensiones en rúbricas como los servicios vinculados a la vivienda que aportan su granito de arena (explican un 7% del gasto de los consumidores). Hay componentes como la distribución del agua o la electricidad que, no sólo no han bajado sino que ofrecen incrementos del 6,1% en el caso del agua y del 10,7% en la electricidad.
A ello se suman otras partidas como el turismo y la hostelería con subidas superiores aún del 3% (con datos de febrero), muy por encima del índice general.
De todas formas, y para hacer un análisis completo sobre si estamos en deflación es necesario considerar la evolución de los precios de consumo en toda la UE, porque es ahí donde se dirige la mayor parte de las exportaciones españolas. Y en la UE el proceso ofrece aspectos heterogéneos, con una desaceleración del IPC en media pero con subidas, incluso, en países de referencia como Reino Unido. Ello hace pensar que la deflación, hoy por hoy, es más teoría que otra cosa, como apuntó ayer el propio presidente del BCE, Jean-Claude Trichet en el Parlamento Europeo. Esperemos, por el bien de todos, que acierte.