Kosovo, España y la relación con Estados Unidos
El plan fiscal de Obama destina a sectores en los que España es puntera 109.000 millones
Han pasado seis años desde que el ex presidente del Gobierno José María Aznar participó en la cumbre de las Azores, en la que la coalición liderada por Estados Unidos y el Reino Unido anunció la inminente invasión de Irak. La foto de Aznar con sus homólogos George W. Bush y Tony Blair simbolizó lo que aquel se propuso como misión de su política exterior: 'sacar a España del rincón de la Historia'. Ello implicaba sacar todo el jugo económico a una relación privilegiada con la primera potencia mundial, respecto a la que España sufre déficits comerciales e inversores crónicos. Pero el tiempo ha demostrado que la sociedad de las Azores fracasó.
La política exterior de José Luis Rodríguez Zapatero se inauguró con la retirada de las tropas de Irak. El gesto dio paso a una legislatura de desencuentros con la Administración Bush, pero Zapatero mantuvo su postura antibelicista. Frente al choque de culturas, diálogo, y no masacre. Así surgió la idea de la Alianza de las Civilizaciones, auspiciada por el presidente socialista y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan. El año pasado, la primera cumbre de la Alianza, celebrada en Madrid, desató las chanzas del Partido Popular por el 'bajo nivel' de sus asistentes.
Ocurre que, desde entonces hasta la segunda cumbre, que se celebrará dentro de dos semanas en Estambul, el mando de Estados Unidos ha pasado del vilipendiado Bush a Barack Obama. Un líder que coincide con Zapatero en exprimir las vías diplomáticas para resolver conflictos, como ejemplificó su reciente mensaje de vídeo al pueblo y los líderes iraníes. He aquí que Obama, el líder del 'mundo libre', asistirá a la cumbre de Estambul, dando un espaldarazo fundamental a la mayor apuesta del aparato de Exteriores.
El discutido G-20
Otro sueño de la política exterior de Aznar fue la integración de España en el G-8, el mayor centro de decisión del mundo. Aznar despreció la integración en el G-20, un grupo que ha cobrado una importancia vital, como se aprecia en la gestión coordinada de la crisis global. La primera gran reunión para afrontarla se celebró en Washington, y Zapatero se comprometió a que España estaría presente. Por fin, consiguió un sitio cedido por el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, que tenía dos al ser líder de turno de la Unión Europea. Entonces se habló de humillación, pero Zapatero estará también en la segunda cumbre, a celebrar en Londres el 2 de abril, invitado por el premier británico Gordon Brown. La reunión tiene como eje principal la reforma del sistema financiero internacional, y el Gobierno anfitrión ya ha señalado el sistema establecido por el Banco de España como una referencia para el futuro. Ítem más: desde el Departamento de Estado de Estados Unidos se da por hecha la presencia permanente de España en el G-20, dada la importancia de su economía. De nuevo, la superpotencia apoya.
Claros avances
No se sabe si España estaba en el rincón de la Historia hasta el Gobierno de Aznar, pero sí parece que, en los últimos meses, una serie de piezas clave del posicionamiento exterior han empezado a encajar. En particular, las relaciones con Estados Unidos parecían avanzar viento en popa, algo fundamental en todos los niveles, pero sobre todo en el económico.
Una revisión rápida de la balanza comercial denota un desequilibrio creciente: el año pasado, el déficit cosechado por España ascendió a 3.479 millones de euros, un 36% más que en el año anterior. Desde el punto de vista de las inversiones, la situación ha mejorado de forma notable en el último lustro, durante el cual se han acumulado la mayor parte de los 50.000 millones de dólares de empresas españolas en Estados Unidos. En cualquier caso, la oportunidad para ampliarlas que supone el macroplán de impulso fiscal de Obama es histórica: las partidas destinadas a energía, infraestructuras, medio ambiente, vivienda y gestión de datos hospitalarios -todos ellos, sectores en los que España cuenta con empresas punteras- suman hasta 109.000 millones de euros. Empresas como Iberdrola, Acciona, Abengoa, Gamesa, por una parte, o Cintra, OHL, ACS y FCC, por otra, representan la punta de lanza de este nuevo posicionamiento.
El propio Obama ha citado varias veces a España como ejemplo a seguir en energías renovables, aunque el Ministerio de Industria pretende mejorar aún la percepción que se tiene sobre las firmas españolas. Para ello, Miguel Sebastián, presentó la semana pasada el plan Made in/by Spain, que destinará más de 40 millones a promocionar la imagen de las empresas en EE UU. No en vano, ese país es, junto a Japón, el único desarrollado al que Industria dedica un Plan de Desarrollo de Mercados.
Segunda retirada
En esas estábamos, cuando llegó una nueva retirada de tropas españolas, esta vez en Kosovo. Los motivos de fondo son sabidos y merecen poca discusión: España no ha reconocido la declaración unilateral de independencia, por lo que, consolidada la paz en la región, la presencia de las tropas tiene poco sentido. La ministra de Defensa, Carme Chacón, argumenta que los ciudadanos no la entenderían, y tiene razón. Pero tampoco pueden entender que un anuncio extemporáneo ponga en peligro los tan trabajados avances en la política exterior, sobre todo por lo que toca a la primera potencia económica. Las formas, aquí, son casi tan importantes como los contenidos. Informar al público en general al mismo tiempo que a los aliados resulta poco presentable. Como afirmó ayer en el Congreso el líder del Partido Popular, Marian Rajoy, 'han hecho las cosas muy mal'.
Las gestiones del secretario general de la Presidencia, Bernardino León, para mitigar la 'profunda decepción' de Estados Unidos parecen haber dado ciertos resultados, y Chacón ha hablado de 'algún equívoco ya aclarado'. Queda esperar que así sea, y que el Gobierno deje en el futuro menos margen a las improvisaciones y los golpes de efecto.