El consejero de AIG: el banco "ha pagado unas compensaciones que creo que son de mal gusto"
El consejero delegado de AIG, Edward Liddy, tiene planeado defender ante el comité de servicios financieros de la Cámara de Representantes los 165 millones de dólares en bonus a 418 empleados que se han abonado a una serie de empleados de la división de productos financieros de la aseguradora.
En las declaraciones escritas previa a su testimonio, Liddy dice con amargura que ante la necesidad de tener que gestionar los negocios de la firma, teniendo en cuenta "la cruda realidad de la competencia por los clientes, los ingresos y los empleados" además de ciertas obligaciones legales, "AIG ha pagado unas compensaciones, que en algunos casos encuentro de mal gusto".
La crisis de las compensaciones millonarias de AIG, una compañía salvada en tres ocasiones con dinero público, y controlada al 80% por el Estado, se ha convertido en el centro de un terremoto económico y político. Liddy, que fue nombrado máximo responsable de la firma en otoño, cuando se produjo la primera intervención, cobra un sólo dólar por su trabajo. El Gobierno de George W. Bush primero y de Barack Obama después se han visto obligados a apoyar a esta gran aseguradora porque se consideran que el efecto de su caída sería devastadora para el mercado financiero global. Un importe cercano de a los 200.000 millones de dólares han sido utilizados para apuntalar a esta institución.
En su testimonio escrito, el ejecutivo dice que en la aseguradora se entiende que "desde que ha cambiado nuestra relación con el Gobierno y los contribuyentes, nuestro comportamiento como compañía necesita cambiar. Por eso hemos tomado iniciativas y adoptado una serie de restricciones en la compensación, eliminado nuestras actividades de lobby y detenido nuestras contribuciones a políticos".
Liddy dice entender la frustración de los políticos y en general de los americanos y que la paciencia con la firma se acaba. Tras 37 años de experiencia en el mundo de la empresa, reconoce que ha visto la buena cara del capitalismo "pero en los últimos meses, revisando como AIG ha sido gestionada, tengo la evidencia de que tiene un lado malo".
Hoy la edición de The New York Post , el tabloide de Rupert Murdoch abría su edición con el llamativo título de "No tan deprisa avariciosos bastardos". Es algo que responde a las revelaciones del fiscal de Nueva York, Andrew Cuomo, de que 73 personas de la división de productos financieros de la firma fueron premiadas con más de un millón de dólares por el año en el que el elevado riesgo de esta se convirtió en un agujero negro que engulló la buena salud de la mayor aseguradora del mundo y puso al borde del precipicio al sistema financiero.
Según la empresa, esas compensaciones no se podían renegociar y su misión era retener a empleados. No obstante, y según Cuomo, una cincuentena de ellos ya dejaron la compañía y ayer la portavoz de AIG confirmó que algunos estaban afectados por un programa de reducción de costes y fueron despedidos. Después de cobrar.
En Wall Street aún queda quien defienda que para retener a los "mejores y más brillantes" hay que elevar los sueldos a estos extremos y que los contratos no se pueden romper puesto que lesionan la seguridad jurídica estadounidense. El secretario del Tesoro, Timothy Geithner, apremiado por Obama para poner coto a esta situación, ha propuesto deducir de los últimos 30.000 millones que se le va a dar a la firma por parte del Gobierno, el monto de los bonus. Dana Perino, ex portavoz de Bush ha defendido los bonus diciendo que sus beneficiarios son "gente de clase media, que esperan cobrar".
El senador republicano, Charles Grassley, llegó a decir ayer que quienes deberían seguir la tradición japonesa de disculparse y suicidarse después. Luego matizó sus declaraciones.