¿Se puede ser presidente del Parlamento Europeo sin ser eurodiputado?
El Parlamento europeo presentará mañana martes su "estrategia de comunicación" para las elecciones europeas del próximo mes de junio, destinada a propiciar la participación. Pero sin esperar siquiera a que se pongan las urnas, el líder del grupo Liberal, Graham Watson, ya ha dejado claro que si sale elegido no se conformará con seguir sentado otros cinco años en su escaño habitual. Watson quiere ocupar la presidencia de la cámara, un puesto que durante esta legislatura se han repartido José Borrell (socialista) y Hans-Gert Pöttering (popular).
El escocés cuenta con buenas bazas para aspirar al cargo. Es uno de los mejores oradores del hemiciclo europeo. Aunque es británico, habla tres lenguas además de inglés. Y después de 15 años a remojo en Bruselas, no tiene, si es que alguna vez los tuvo, ninguno de los tics euroescépticos tan propios de sus compatriotas y que tanto disgustan a la mayoría de los miembros del Parlamento.
Watson puede verse beneficiado, además, por la previsible fragmentación del electorado en la votación de junio. De entrada, el grupo del Partido Popular, mayoritario en esta legislatura con 288 escaños, está condenado a perder los eurodiputados procedentes del Reino Unido (27 en la actualidad). El euroescéptico líder de los conservadores, David Cameron, ya ha anunciado que sus europarlamentarios crearán un grupo propio aparte.
Los socialistas, por su parte, confían en cosechar el descontento de la opinión pública con un sistema capitalista resquebrajado. Pero ese cálculo parece más bien el cuento de la lechera en versión subprime. Más bien, los partidos extremistas, euroescépticos o, simplemente, marginales, amenazan con erosionar la fortaleza tanto de Populares como de Socialistas, sobre todo, en los países del Este.
Ese escenario de mayorías menos abrumadoras permitiría a los liberales explotar su condición de partido bisagra.
Pero la candidatura de Watson a la presidencia del Parlamento presenta serios inconvenientes. La primera y más obvia es que Watson todavía no tiene el acta de eurodiputado para la próxima legislatura. Watson la obtuvo en las últimas tres convocatorias (en 2004 por una circunscripción que incluye Gibraltar), pero eso no le exime del riesgo de no salir elegido esta vez.
Esa posibilidad existe, sobre todo, si se tiene en cuenta que las doctrinas liberales están siendo vapuleadas por la actual crisis. El liberal Charlie McCreevy, responsable en la Comisión Europea de los servicios financieros, ha sido señalado repetidamente como uno de los culpables de la falta de regulación en algunas actividades financieras. Sólo tras la crisis y a regañadientes ha aceptado, por ejemplo, presentar una propuesta legislativa para regular los hedge funds.
Watson, por último, forma parte de una familia política con poco peso en el continente. Sólo un puñado de pequeños países (Estonia, Dinamarca o Finlandia) tienen un primer ministro liberal. Eso reduce las posibilidades de intercambiar "cromos" en otras instituciones, en un período en el que habrá que elegir presidente de la Comisión, del Consejo (si entra en vigor el Tratado de Lisboa), Alto Representante de la UE, etc. Para colmo, un liberal, Anders Fogh-Rasmussen (primer ministro danés), suena como posible secretario general de la OTAN, lo que probablemente agotaría las posibilidades de ese grupo de obtener otro puesto internacional de responsabilidad.
Es cierto que la dirección del Parlamento europeo no debería estar sujeta a esas componendas. Pero el propio Watson ha demostrado poco respeto por los procedimientos al postularse antes para presidente de la cámara que para parlamentario.