El deseado rebote
Hace ya bastantes años, caminando en un brumoso diciembre por las calles de Londres, me llamó la atención un grafiti que habían añadido a un cartel del Ejército de Salvación que decía: Jesus saves but Lineker marks in the rebound, y que al margen de su irreverente contenido, me hace pensar en la posibilidad de conseguir un gran tanto aprovechando el posible rebote de las Bolsas de valores.
Yo soy un convencido de este rebote; de hecho, entré el lunes 9 en BBVA a 4,54 y en Banco Santander a 3,97, y mis argumentos para ir contra mercado son todos de índole racional. En primer lugar, los bancos españoles, a pesar de estar dando unos resultados espectaculares para los tiempos que vivimos, y de que todos sabemos que no están contaminados por los productos subprime, han sufrido un castigo inusitado provocado por dos circunstancias: las ventas en descubierto realizadas por los hedge funds, y la casi total ausencia de compras, ante un pánico desaforado por parte de la inmensa mayoría de los inversores. Ello ha llevado a que los grandes bancos españoles estén cotizando a 0,6 veces su valor en libros, lo cual es un hecho absolutamente nuevo e inesperado en el panorama financiero español, y que hacen que sea una circunstancia única para tomar posiciones.
En segundo lugar, la gran mayoría de las acciones de los dos grandes bancos españoles (por encima del 50%) se encuentran (o se encontraban) en las carteras de los fondos de inversión y fondos de pensiones americanos y británicos. Ante la avalancha de cancelación de participaciones, se han tenido que poner a vender cartera, y lógicamente prefieren soltar cartera periférica que cartera de sus propios países.
Por último, con carácter previo a la crisis, se habían contratado en España una gran cantidad de pólizas de crédito con garantía de valores, para que los inversores de un cierto nivel patrimonial compraran títulos en Bolsa, porque siempre subían, y lo hacían apalancados al 70% o al 80% (en algunos casos al 100%). En el año 2008 se cifraban este tipo de pólizas en 35.000 millones de euros en España. Las fuertes caídas experimentadas por la Bolsa desde septiembre pasado han hecho que los bancos hayan tenido que ejecutar las prendas de las pólizas, esto es, las acciones, y las hayan tenido que vender a cualquier precio en la Bolsa.
Sin embargo, en año y medio ha dado tiempo suficiente para que se sanee mucho de lo que se había acumulado en esa época de excesos y de venda en los ojos que se corresponde con los años 2004 a 2007, en los que España iba bien, y personalmente creo que se ha tocado suelo, y que a partir de ahora las Bolsas van a experimentar un crecimiento sostenido, con dientes de sierra, pero con una tendencia claramente alcista. El punto de inflexión definitivo lo tendremos a finales de abril o principios de mayo, ya que conoceremos por fin las cifras de resultados enero-marzo de los bancos y del resto de las empresas, en el que probablemente será el peor trimestre de la crisis. Si, como espero, los resultados no van a ser ningún desastre, los inversores volverán a los fundamentales de los valores bursátiles, y dejarán de seguir a los que hacen rayas.
La verdad es que, en los tiempos actuales, considerar que la Bolsa es un indicador del valor de las acciones es como creer en la bruja del Este sin haber salido de Kansas. Y es que en vez de un león cobarde tenemos un toro castrado y sin cuernos que no se atreve a salir del cubil, y un oso arrogante y seguro de sí mismo, que no para de tirarle piedras para que no salga.
Lo cierto es que para forzar al toro a que recupere su autoestima es preciso que se den algunas condiciones, y en particular para los bancos, estas condiciones pueden darse en los próximos dos meses. En esta semana Banco Popular ha anticipado resultados de 73,5 millones de euros en el mes de enero en una carta a sus directores regionales, con el objetivo de avisar de que van a seguir ganando dinero y de que la cotización que tienen no está acorde con el valor de la entidad.
Podemos concluir que, dejando al margen el terreno espiritual, no necesitamos que nos salve nadie distinto de nosotros mismos. Somos nosotros los que perdimos la confianza cuando quebró Lehman, y somos nosotros los que debemos recuperarla. Falta ver cuándo conseguimos rematar la jugada. Yo por el momento me he situado en el área pequeña; espero que ese árbitro que se llama mercado no me pite fuera de juego, y tenga que arrepentirme de las inversiones que he hecho.
Miguel Córdoba. Profesor agregado de Economía Financiera de la Universidad CEU-San Pablo