El coste laboral no debe crecer a estos ritmos
El coste por hora trabajada aumentó en España un 4,2% en términos desestacionalizados en el cuarto trimestre de 2008, según el INE. La construcción, aunque es el sector que más parados contabiliza, se situó a la cabeza de las subidas.
Estas cifras resultan paradójicas. Porque es obvio que en toda recesión las empresas rebajan los precios para compensar el parón de la demanda, pero también lo es que para compensar el deterioro de los ingresos han de recortar márgenes y costes, incluido el laboral. Y en este caso sólo hay dos caminos: reducir salarios o adelgazar plantillas. Por este motivo, se hace especialmente difícil justificar semejante subida del coste salarial en un periodo en que se han destruido casi medio millón de puestos de trabajo.
Es cierto que la cifra del INE muestra una moderación en el fuerte ritmo de crecimiento de los costes laborales, que venían aumentando al 6%. El repunte que los salarios experimentaron en el tercer trimestre -coincidiendo con la fase más virulenta de la crisis financiera- no fue un fenómeno exclusivo de España, ya que afectó a la mayor parte de la UE. Pero para la economía española esa contención en el crecimiento salarial del cuarto trimestre es un síntoma saludable que debería continuar. Y así parece confirmarse en los dos primeros meses del año, en los que la media de subida en los convenios firmados es de un 2,7%, frente al 3,5% del mismo periodo de 2008.
Cabe esperar, sin embargo, que al igual que en España el coste salarial se ralentizará en el resto de las economías europeas. Eso implica que las empresas nacionales no habrán sacado ventaja competitiva ante sus competidoras. Incluso es posible que, una vez más, los costes laborales españoles hayan crecido más que la media comunitaria. Después de todo, como un tumor en la competitividad, cada año los salarios en España aumentan dos puntos por encima del resto de la UE y tres o cuatro frente a Alemania, Reino Unido o Francia. Es este un lujo que el sistema productivo español no puede permitirse, salvo que lo compensase con mejoras de productividad, especialmente si se consiguen gracias a inversiones tecnológicas, no a recortes de plantilla. Pero la realidad es que, mientras los costes de la mano de obra suben al ritmo del 4%-5% cada año, la productividad apenas avanza un 1%.
Aunque se trate de un problema estructural, el actual deterioro del empleo exige medidas de choque. Empresarios y sindicatos están obligados a negociar un pacto de rentas con la premisa de que apretarse el cinturón implica que unos y otros deben asumir esfuerzos. Sin una contención salarial se destruirán más empleos y desaparecerán más empresas. Además, es factible acordar fórmulas sin ganadores y perdedores, en las que, por ejemplo, los trabajadores puedan obtener mayores beneficios en los años de bonanza. Ahora lo que toca es moderación.