El suelo del mercado bursátil
Con la caída del viernes, la Bolsa española acumula un descenso de casi el 25% en las nueve primeras semanas del año, tras una bajada superior al 40% registrado en el ejercicio de 2008. Nunca en un periodo de tiempo tan limitado habían experimentado los mercados un ajuste tan severo como el actual. De hecho, en el último episodio de crisis, con la fractura de la burbuja de las puntocom en el arranque en este siglo, los mercados de acciones descendieron aproximadamente lo mismo que en los últimos quince meses en un periodo de tres años, de 36 meses. Seguramente la globalización actual de los mercados, y el hecho de que el problema esté en las empresas financieras, ha contaminado con más rapidez la dolencia y ha impactado sin dilación en los precios de las compañías cotizadas.
Pero ajustes tan severos invitan a pensar que el suelo puede estar cerca y, por tanto, una recuperación sostenida del mercado o un simple rebote pueden estar a la vuelta de la esquina. Dado que las Bolsas cotizan más expectativas que hechos presentes y que, por tanto, suelen anticiparse al desempeño de la economía productiva y de los beneficios de las compañías en media docena de meses, los movimientos actuales estarían anticipando que lo peor de la crisis económica y financiera no ha pasado. De hecho, las instituciones internacionales corrigen casi cada semana las previsiones de crecimiento, y todo apunta a que este año todas las economías desarrolladas tendrán caídas del PIB abultadas, a juzgar por los datos que los indicadores están arrojando en los primeros meses del ejercicio.
En todo caso, comienzan a detectarse movimientos en las divisas y en los flujos de dinero que apuntan a una recuperación de la economía en Estados Unidos en 2010, lo que tendría que tener un reflejo previo en las Bolsas norteamericanas antes de finales de este año. El resto de las zonas económicas desarrolladas tardarían unos meses adicionales, y la reacción de España no llegarían hasta bien entrado 2010 o incluso en 2011, según varios analistas que colocan a España instalada en la recesión aún en 2010. Hay que descartar, además, que la recuperación sea vertical: la digestión y financiación de las inmensas cantidades de dinero público empeñado en la crisis serán muy lentas y retrasarán el proceso.
Los inversores, por tanto, deben comenzar a colocarse en alerta para volver al mercado a lo largo de este año. Pero con los altos índices de volatilidad en las cotizaciones, propios de la desconfianza y de la falta de visibilidad financiera, no es fácil adivinar qué día y en qué punto se pararán las ventas, ni qué naturaleza y envergadura tendrá un avance de los índices. Seguramente antes de una recuperación sostenida y sostenible por la evolución positiva de la economía y de los beneficios empresariales, habrá varios rebotes efímeros en los que los inversores avispados pueden hacer buenas cajas, pero también en los que los más aficionados al largo plazo pueden quedar atrapados sin quererlo. En todo caso, parece que una guía que trate de hacer reconocible la recuperación definitiva debe contar con que falta una parte considerable de la crisis financiera por resolver y que incluso podrían complicarse con la crisis de la economía real.
Una vez cerrada la crisis financiera, que seguramente lo hará en paralelo a la inmobiliaria en Estados Unidos y Reino Unido, y de lo que la señal será el fin de la caída de precios de las casas, que a fin de cuentas son los activos subyacentes de las hipotecas que han infectado el sistema financiero mundial, la inversión debe ser selectiva cualitativa y cuantitativamente. El dinero debe regresar a compañías con poco endeudamiento, dependientes de su propio flujo de caja y con visibilidad de sus resultados, además de todas aquellas que tengan un componente cíclico y que han sido borradas de la lista en los últimos meses.
Pero, como mandan los cánones tradicionales de la inversión, el tiempo y el riesgo son dos variables que cada particular debe jugar en las debidas proporciones. Con los actuales niveles de cotización de las compañías, y siempre que el desarrollo de la crisis sea parejo al del pasado, las oportunidades para tomar posiciones a largo plazo son abundantes. Las diferencias entre precio y valor ofrecen abultados márgenes de seguridad en decenas de empresas. Muchas de ellas cotizan incluso por debajo de su valor contable, lo que las convierte en oportunidades de inversión muy atractivas para el dinero paciente, aunque puedan guardar sorpresas más propias de la volatilidad y el ánimo del mercado que de sus fundamentales.