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Crónica de Manhattan

La estrella republicana

Manda la tradición que tras el discurso del Estado de la Unión que el presidente dirige al Congreso, un político de la oposición rebata al presidente. La alocución del martes pasado no fue, en puridad, esta cita anual en la que el presidente explica la situación del país y su visión de futuro, pero el contenido fue ese, estaba coreografiado como tal y el Partido Republicano ofreció su versión con otro discurso. Para ello eligió a Bobby Jindal, gobernador de Luisiana.

Era un papel difícil porque rebatir la oratoria de Barack Obama son palabras mayores. El presidente, un hombre que se muestra a gusto en sus zapatos, habla con convicción y elocuencia.

Normalmente el discurso de la oposición carece de atractivo, pero este año no iba a ser así porque Jindal, un hombre de 37 años, es la estrella ascendente del partido. Aquel no sólo era su gran momento, sino también la oportunidad de fijar en la memoria colectiva la imagen renovada de un partido sin George Bush y el mensaje del posible nuevo liderazgo republicano.

Pero no funcionó. Tras su intervención, a Jindal le han llovido las críticas por la izquierda y por la derecha.

El gobernador tenía como misión dar la visión de futuro de su partido en unas circunstancias extraordinariamente complicadas para el país, pero en vez de buscar nuevas ideas u ofrecer una filosofía de pensamiento que le pudiera catapultar como líder, se aferró al discurso de Ronald Reagan de que el gobierno no es la solución, sino el problema.

En estos momentos en los que empresas, particulares y políticos buscan respuestas en Washington, desempolvar la cantinela de la austeridad, de que el gasto es tirar el dinero y de que hay que minimizar la acción de la única institución lo suficientemente grande para enderezar la situación, es un mensaje que llega a pocos oídos.

A Jindal se le puede acusar de no tener ideas nuevas cuando son necesarias, pero el problema es mayor. En su celo por ridiculizar al papel del Gobierno arremetió con sarcasmo contra un programa que sólo puede proveer la Administración, la monitorización de volcanes. Para esta actividad se han destinado 140 millones de dólares, algo que al gobernador le parece ridículo.

En los estados de Washington y Alaska, donde hay actividad volcánica y ha habido desgracias a cuenta de ello, se toman más en serio las amenazas geológicas y han protestado el discurso del republicano. Pero lo que más perplejidad ha causado es que Jindal es el gobernador del estado más castigado por la madre naturaleza y la ausencia de Gobierno, por ejemplo, durante la tragedia del Katrina. ¿Es esa la labor que cree que debe hacer el Ejecutivo? Si algo dejó patente el huracán fue la ineficacia de un gobierno, pero republicano, un asunto que en su partido desearían que no se aireara mucho más.

Jindal, que ha rechazado 100 millones de dólares del plan de estímulo para su estado, ha enfurecido a muchos compañeros más moderados y en particular a gobernadores como Arnold Schwarzenegger, que ha pedido que lo que no quiera Luisiana se lo den a California. Se da la circunstancia de que Luisiana ha recibido 130.000 millones para la reconstrucción tras el Katrina y Jindal tiene una tasa de paro dos puntos por debajo de la media nacional.

Su discurso le hizo daño a él y a su partido. Al presidente, no. Gallup detectó tras el martes un aumento de su popularidad del 59% al 67%.

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