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Crecimiento económico: el fin del principio de la crisis

Nunca en el tan limitado espacio de tiempo de un par de trimestres la economía española, ni la mundial, habían experimentado tal mutación en su comportamiento. Hace seis meses el PIB caminaba a ritmo de casi el 2%, y ahora cae a un ritmo anualizado que supone superar el 4%, con un vuelco igualmente brutal en el empleo: hace un año crecía más del 2% y ahora cae más del 3% interanual. Aunque el presidente del Gobierno considera que estamos en lo peor de la crisis y que a final de año debería haber recuperación, más vale no vender pieles de osos no cazados. Personalmente pienso que Solbes atina más, que no se crecerá con cierto vigor hasta 2011. Me apunto a la tesis de que estamos al final del principio de la crisis. Si echamos la vista atrás y repasamos la serie de 1992, 1993 y 1994, la economía empezó a registrar caídas de inversión similares a las actuales en el T4 de 1992 y las mantuvo muy contractivas hasta el T1 de 1994 y negativas hasta el T2 de 1994. ¿Quién ha dicho que ahora, con el sobreendeudamiento que tienen empresas y familias, va a ser mejor?. A lo peor, puede ser peor.

Decía Antonio Gala que en materia de guerras España gustaba de comer a la carta: no acudía a las mundiales, pero las hacía civiles entre bandos ibéricos. En materia de crisis, y esto lo dice quien suscribe, también: los descensos de las variables del crecimiento en las crisis son mucho más abultados en España que en el resto del mundo occidental, por mucho que se afane el presidente del Gobierno, respaldado curiosamente por la nota oficial de Estadística, en demostrar que la española es la economía que menos cae de Europa. Aunque sea cierto en términos nominales, la diferente estructura de los sistemas productivos convierte a España en la economía más vulnerable de las grandes de Europa. El fuerte componente de empleo de la economía española ha provocado la destrucción de casi 700.000 puestos de trabajo en doce meses, mientras que Alemania ha registrado en 2008 avance del empleo. La alemana es una economía manufacturera intensiva en capital y tecnología, cebada de productividad, que cede producción pero minora la pérdida del factor trabajo.

En la anterior crisis de la economía española (al principio de esta década hubo otra grave crisis en el mundo, pero España pasó de puntillas porque la entrada reciente en un euro apreciado había disparado las posibilidades de la exportación, y la caída estructural de tipos había disparado la demanda de inversión), en la última crisis, decía, la de 1992, 1993 y 1994, el perfil de las variables de demanda es devastador y conviene recordarlo para no hacerse falsas esperanzas.

La inversión acumuló hasta diez trimestres consecutivos de descenso, con los cuatro de 1992, los cuatro de 1993 y los dos primeros de 1994. Y registró tasas de variación negativa muy abultadas. Tanto que en 1993 cayó más del 10%, y con un comportamiento más contractivo en la inversión en bienes de equipo que en la construcción. En los cuatro trimestres de 1993 la formación bruta de capital en equipo cayó sucesivamente un 15,7%, 18,4%, 17,5% y 14,4%. Casi nada. En construcción los descensos de tal ejercicio oscilaron entre el 6% y el 7% interanual.

En consumo privado tuvo un desempeño menos negativo que el de la inversión; pero descendió en cinco trimestres consecutivos, los cuatro de 1993 y el primero de 1994, de tal manera que la demanda interna aportó negativamente al PIB durante seis trimestres, y con un comportamiento del consumo público mucho más moderado que el actual, que avanza a tasas superiores al 6%, fundamentalmente por el avance de los salarios de los funcionarios.

Por todo ello, debemos estar preparados para una crisis larga, que precisa de medidas muy pensadas y muy profundas y muy coordinadas para que no prosiga esta sangría por una decena de trimestres, como ocurrió en los noventa. Ahora no hay nada positivo que llevarse a la boca, porque es consuelo de tontos creer que la productividad aparente del factor trabajo ha crecido un 2,5%, que el sector exterior tiene aportación positiva al crecimiento, o que se han moderado los costes laborales. No hay que engañarse: estamos al fin del principio del ajuste.

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