Promesas del Este
Casi cinco meses después de la quiebra de Lehman Brothers, el mundo parece empantanado en un lodazal económico sin principio ni final; perdida la fe en el mercado, cinco meses después aún se confía en que las medidas de las autoridades limiten los daños a una recesión galopante sin saber muy bien qué medidas se esperan o, siquiera, cómo se pondrán en marcha las previstas.
Pero por debajo del ruido de los mínimos de la Bolsa o los planes de estímulo, hay novedades. Como el brutal desplome de las exportaciones chinas, un escalofriante 17,5% en el mes de enero que amenaza la estabilidad del país asiático precisamente cuando más se necesita su contribución. Hay noticias no tan malas, como la relativa normalización de los tipos en el mercado interbancario (el otrora famoso diferencial TED spread), aunque se haya conseguido a golpe de nacionalización. O que el mercado de renta fija privada registró en enero el mes con mayores emisiones de la historia, en Europa y en EE UU. Son evoluciones más o menos naturales de los acontecimientos: cuando las pantallas de los operadores se normalizan el drama ya ha pasado a la economía real. Pero surgen amenazas de nuevo cuño cuyo impacto no se puede calibrar del todo bien. Los problemas financieros de Rusia, Ucrania y otras economías de Europa del Este pueden suponer un riesgo para los principales acreedores, los bancos europeos. Según cálculos del BIS, la exposición de la banca europea al Este puede sumar 1,3 billones de dólares. Alemanes, austriacos, suizos o italianos son los bancos con mayor exposición a esta zona.