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Coleccionista de bancarrotas

Un financiero lleva décadas recopilando obligaciones y acciones de países y empresas en quiebra.

Hay quien colecciona cromos o sellos. El financiero madrileño Santiago Ruiz-Morales recopila otro tipo de estampas: acciones y obligaciones antiguas de empresas y países en quiebra. Documentos cuya existencia o no, en determinados casos, pudieron cambiar la historia.

'Estos bonos que tengo colgados de la pared', comenta con orgullo Ruiz-Morales, en referencia a unos títulos de renta fija de ferrocarril comprados a finales del siglo XIX por inversores franceses y belgas, 'permitieron la construcción de la línea transcaucásica. La misma que se usó en 1941 para trasladar fábricas soviéticas enteras de armamento a Uzbekistán ante el avance alemán'.

La lista de títulos y bonos en posesión del madrileño es larga, casi tanto como la de nacionalidades que abarca. Y cada pieza tiene su historia. Algunas de las obligaciones de su colección pertenecen a países que ya no existen. Es el caso, por ejemplo, de las que vendieron los Estados Confederados de América, declarados más tarde como no pagaderos por la 13.a Enmienda a la Constitución de EE UU por ser deuda de insurrectos. Otra de las rarezas de su colección es un bono del Imperio Otomano refinanciado a 104 años. También destacan una acción de Energía Solar de España vendida en 1932 o el último bono internacional de Hitler, emitido en 1936.

La pasión por los títulos antiguos tiene nombre: scripophily. Sus forofos recurren a subastas en el extranjero o se nutren de vendedores especializados, como Jorge Ibáñez, que también tiene su propia colección. 'En los casi 20 años que llevo en esto he tenido 1.500 clientes', asegura. Aunque no todos repiten. 'La mayoría buscan documentos antiguos para decorar oficinas, pero también acuden a mí coleccionistas'. Ha llegado a vender acciones antiguas a 80 euros.

Más de la mitad de la colección de Ruiz-Morales son 'regalos de amigos'. ¿De dónde ha sacado la otra mitad? 'Eso es información confidencial...', responde. Pero le consta que, hace unos años, se llegaba a pagar hasta 20.000 dólares por según qué título. 'Entre los más cotizados del mundo se encuentran las acciones de empresas españolas del siglo XVIII, como la Compañía de Indias o la Compañía Guipuzcoana', asegura. 'Aunque todas ellas quebraron, claro'. La razón de su valor: la belleza y lo detallado de sus grabados. 'Aunque, en mi experiencia, cuanto más adornados, menos posibilidades de que se llegasen a pagar'.

Según este coleccionista, 'la historia de la humanidad es la historia de la deuda, o lo que es lo mismo, de los impuestos'. El ejemplo más calamitoso de ello son, en su opinión, las compensaciones impuestas a Alemania tras la Primera Guerra Mundial, que desembocaron en la segunda. Incluso la invención del purgatorio, que ni se menciona en las Sagradas Escrituras, se debería a la autorización de la compra de deuda con interés, según el madrileño. 'Mi teoría es que las coronas inglesa y francesa, cuando se endeudaron con los Medici, presionaron a la Iglesia para que los cristianos que cobrasen intereses no fueran al infierno'. La historia de los judíos es otro buen ejemplo de ello. 'La gente olvida que la corona inglesa los expulsó y expropió unos 200 años antes que la española, y fue precisamente por los intereses que les debían'.

Y la pregunta del millón: ¿cuántas piezas podrá obtener ahora, dada la coyuntura económica? 'Los títulos modernos no me interesan: han perdido su encanto con la era electrónica'. Y añade: 'A los que dicen que ésta es la peor crisis desde 1929 les invitaría a que viniesen a casa y vieran que esto ha ocurrido muchas veces en los últimos tres siglos'.

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