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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ayudar a quien cuida el empleo

El balance del mercado de trabajo proporcionado el viernes por Estadística es demoledoramente pesimista. La economía española ha destruido 620.000 puestos de trabajo -1.700 diarios-, bastante más que en 1993, el año que hasta ahora ostentaba el desgraciado liderazgo de la crisis del empleo. Además, como la población activa ha avanzado de forma considerable, el número de personas que busca activamente empleo y no lo encuentra ha avanzado en 1,28 millones, la friolera de 3.500 cada día y prácticamente el doble de lo que aumentó el paro en la última recesión, en 1993.

Lógicamente, estas comparaciones deben estar debidamente contextualizadas, y no se puede olvidar que el mercado de trabajo tiene hoy una dimensión muy superior a la de hace 15 años. El riesgo de los acontecimientos de ahora es que se han sobrepasado los 3,2 millones de parados y que parece una apuesta segura que se llegará a cuatro millones, cifra que se sobrepasará este año si es tan negro para el empleo como el pasado. Pero llama mucho la atención que tras corroborar que se han superado umbrales estadísticos altamente peligrosos, y que sólo el último trimestre ha tenido gravedad similar a los cuatro de 1993 completos, las reacciones de las instituciones más responsables en la materia no hayan ido más allá de las declaraciones de intenciones.

Los registros económicos del último trimestre de 2008 han mostrado el dramatismo de la recesión económica en la que está España. Todos ellos desbordaban las expectativas más negativas. Pero no hay ninguno más alarmante que el desempleo, porque cuantifica personas que han perdido en muchos casos el sustento de vida y han quebrado el proyecto de familias enteras. Por ello, el Gobierno el primero, pero sin resistencia alguna de los sindicatos, la patronal y el sistema financiero deben sentarse en torno a una mesa para buscar soluciones a lo que puede acabar convirtiéndose en un drama social.

El Gobierno ha tomado decisiones de inversión pública en los ayuntamientos que pueden ayudar a paliar el problema. Es iluso creer que es el remedio a la destrucción masiva de empleo que se avecina, y que en los próximos meses se habrá invertido la tendencia del pesimismo. Si 2009 registra una contracción de la actividad, caída de PIB en definitiva, la destrucción de puestos de trabajo, como variable retrasada que es, se prolongará más trimestres en 2010.

El presidente del Gobierno ha pedido en público recientemente esfuerzos para mantener el empleo en las empresas, además de garantizar protección en caso de la pérdida coyuntural de renta. Tal sugerencia debe ir acompañada de estímulos explícitos al mantenimiento de las plantillas, sean fiscales, de cotizaciones o financieros, además de cerrar cuanto antes un compromiso entre patronal y sindicatos para que la determinación de los salarios sea neutra, en el mejor de los casos, este año para las cuentas de las empresas. Pero en el largo plazo no se pueden demorar las reformas que ensanchen la capacidad de crecimiento de la economía para que, cuando la sangría de los excesos culmine, la oferta de trabajo cubra las expectativas de la población, tanto en cantidad como en calidad.

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