El efecto dominó de la nacionalización
Se puede nacionalizar todo el sistema financiero? Esta última oleada de pánico cuestiones no previstas respecto al impacto de las nacionalizaciones de entidades. A medida que pasan los meses, queda claro que acotar la contaminación del sistema es poco menos que imposible, especialmente en el Reino Unido y Estados Unidos.
Hay bancos que están mal y otros que están menos mal. Lehman ya demostró lo que pasa si se deja caer a grandes entidades, y de ahí que en otoño se optase por nacionalizaciones parciales que fueron celebradas por el mercado. El Estado ponía dinero para restaurar los balances y eliminar el riesgo de quiebra en los bancos que estaban en peor situación.
Citi ha recibido ayudas, pero se ha librado de la nacionalización, y para evitarlo ha decidido su propio desmembramiento. Quizá el miedo a caer en el pozo en que otros han caído tenga que ver en el hecho de que, como se queja amargamente el Ecofin, los bancos no den créditos.
Y esta cuestión está relacionada con el hecho de que todo el sistema esté -en esos países- contaminado. Lo normal en las nacionalizaciones bancarias es inyectar capital en un banco, sanearlo y traspasar la propiedad a una entidad más grande y sólida. Pero no hay muchas entidades grandes en posición de compra. En otras palabras, ¿suplirán los bancos nacionalizados el negocio que no hacen los demás? Y con los demás, ¿qué pasará si no se nacionalizan pero siguen sufriendo el deterioro del balance?
Al igual que esta crisis bancaria es distinta a las demás, la salida también lo será. Y conllevará con toda seguridad una reforma en profundidad del sistema. La nacionalización total no es una alternativa agradable, pero si no se para la erosión de los activos de la banca la degradación del sistema irá a más. Y, como se ve estas semanas, a medida que algunas entidades caen en manos del Estado, la presión del mercado se traslada a las que todavía resisten, en un perverso efecto dominó ante el que las alternativas se agotan. nrodrigo@cincodias.es