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A Fondo

El 'enfant terrible' del capitalismo no era tan malo

El 'enfant terrible' del capitalismo no era tan malo
El 'enfant terrible' del capitalismo no era tan maloBLOOMBERG

Seguro que recuerdan aquella película, Wall Street, del año 1987. En ella el actor Michael Douglas da vida a un directivo de una firma de capital riesgo capaz de todo por aumentar su fortuna. Douglas, que ganó un Oscar gracias a esa interpretación, encarnaba el lado más salvaje del capitalismo; la imagen del capital riesgo quedaba así ligada a su pelo engominado y a su falta de escrúpulos profesionales.

Dos décadas después esa imagen ha cambiado. Resulta que los hay peores. Durante este año el comportamiento de algunos hedge funds, los escándalos de inversores como Madoff, la estafa del operador de Société Générale Jérôme Kerviel, o la intervención estatal de bancos de tamaño nacional ha convertido a los actores del capital riesgo casi en buenas personas. Y a esta industria en una de las grandes esperanzas del sistema capitalista; no sólo por la fraudulenta actitud de otros inversores financieros, sino también porque el sector se ha mostrado capaz en muchos casos de impulsar el empleo e incrementar el tamaño de las empresas en las que participan.

Básicamente el capital riesgo se dedica a formar parte del capital de empresas con una inversión financiada mayormente por la banca. El objetivo de una sociedad de capital riesgo que entra en el accionariado de una compañía, normalmente tomando una participación significativa, es lograr en pocos años, entre tres y siete, aumentar el rendimiento de la compañía en cuestión para después vender su participación por una cantidad suficiente como para devolver los préstamos logrados para realizar la inversión inicial así como recuperar los fondos propios empleados y obtener beneficios. Por tanto, una buena sociedad de capital riesgo tiene que contar fundamentalmente con genios de las finanzas capaces de lograr préstamos millonarios en las mejores condiciones y gestores a los que situar al frente de la empresa participada.

La especialización alcanzada por el sector en estos dos ámbitos, el de las finanzas y el de la gestión, es lo que ahora convierte a las sociedades del capital riesgo en una de las grandes esperanzas del capitalismo.

Por una parte, porque pueden ser capaces de motivar a la banca a financiar operaciones haciendo ver el beneficio futuro de inversiones que otros no son capaces de hallar. La impresión hasta hace poco más de una año era que la banca estaba dispuesta a financiar cualquier tipo de operación. Pero la actual crisis económica y financiera va a estrangular la concesión de créditos por lo que los planes de inversión propuestos a las entidades prestamistas tendrán que ser muy convincentes.

Por otro lado, las empresas que ahora pretendan crecer deberán incorporar gestores aguerridos. Y en los ficheros de las sociedades de capital riesgo se encuentran los nombres de los más preparados.

Ante el aumento creciente del desempleo, el capital riesgo puede reactivar la contratación, pero no lo hará a corto plazo. Generalmente la entrada del capital riesgo en el accionariado de una empresa suele venir acompañado de reestructuraciones laborales. Pero el aumento de la productividad de la misma empresa en los años posteriores al desembarco del capital riesgo, si es que las cosas marchan bien, viene seguido de un incremento de la contratación. Un estudio reciente del Centre for Management Buyout Research, de la Nottingham University Business School, muestra cómo la participación del capital riesgo ha elevado la contratación en Europa. La profesora de finanzas de Esade Luisa Alemany realiza estudios sobre el impacto del capital riesgo en el empleo en España, y sus conclusiones son positivas.

Otro motivo para la esperanza en el capital riesgo son los fondos cerrados por las sociedades en los tres últimos años. Ante la falta de financiación las firmas que lograron levantar fondos millonarios justo antes de la crisis tendrán más capacidad de maniobra para financiar sus operaciones, aunque para ello deban renunciar a parte del crédito bancario al que estaban acostumbrados.

Ahora bien: el capital riesgo también lo va a pasar mal. Las empresas participadas por firmas del sector que estén afectadas por la crisis, ya sea por dependencia financiera o porque su negocio esté muy ligado al de determinados sectores como el inmobiliario o el automovilístico, no están exentas del riesgo de quiebra. Además, el número de sociedades de capital riesgo que operan en la actualidad parece excesivo por lo que lo normal es que desaparezcan algunas, que reduzcan personal y que sus profesionales cobren menos.

Contra estos peligros el capital riesgo debe hacer dos cosas: crecerse bajos sus propios fundamentos, potenciar sus características frente a cualquier otra industria de inversión, principalmente la de los hedge funds. La asociación europea de capital riesgo, Evca, insistió en esa distinción durante 2008 y debe ser constante en ello; por los debates surgidos en torno a la regulación de los hedge funds quedó claro que la Comisión Europea no conocía bien el funcionamiento del capital riesgo y que no lo diferenciaba de aquellos.

Y desterrar de una vez vicios permitidos como los de operar en tal país, por ejemplo España, y domiciliar fondos o sociedades en Luxemburgo. Aunque parezca contraproducente, el capital riesgo también necesitará ayudas públicas; sería un detalle que pagara todos sus impuestos en el país en el que opera.

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