La recesión condiciona el rosario electoral
A día de hoy, ninguno de los dos principales partidos conoce todavía con exactitud cómo influirá la recesión económica en el rosario de citas electorales previsto para este año. Ningún estudio demoscópico puede ser todavía tan preciso como para reflejar este impacto, pero en las direcciones del PSOE y del PP se considera que el deterioro de la coyuntura y, sobre todo, el aumento del paro, condicionarán los resultados de los comicios gallegos, vascos y europeos. A falta de proyecciones concretas, lo que sí reflejan las últimas encuestas es que José Luis Rodríguez Zapatero resiste razonablemente el temporal, mientras que el líder del principal partido de la oposición, Mariano Rajoy, continúa sin rentabilizar el desgaste del Gobierno como consecuencia de la crisis.
De cualquier modo, este semestre va a ser determinante para el futuro político de los líderes de los principales partidos. Los sondeos realizados en los últimos meses por el PSOE, el PP y diversos medios de comunicación, anticipan que Emilio Pérez Touriño podrá seguir gobernando en Galicia con el respaldo del Bloque Nacionalista, que las elecciones vascas, convocadas por Juan José Ibarretxe para el mismo día que las gallegas, serán las más reñidas de cuantas se han celebrado en Euskadi y que el resultado de las europeas de junio dependerá, en esto los expertos sí que están de acuerdo, de la virulencia con la que la recesión haya impactado en el bienestar y en la psicología de los ciudadanos.
En el caso de las gallegas, el presidente de la Xunta perdió la oportunidad de anticipar las elecciones al pasado otoño, como le habían aconsejado desde la dirección federal del PSOE, y sortear así la fotografía más dura de la crisis económica. Touriño se ha llevado, además, la desagradable sorpresa de ver como el lendakari vasco le ha convocado elecciones autonómicas el mismo 1 de marzo, lo que hará inevitable una cierta contaminación de la campaña gallega en términos de bipolarización PSOE-PP. De todas formas, a menos que las premisas políticas que más peso tienen en estos momentos en Galicia cambien de forma radical, el PP tendrá muy difícil conseguir la mayoría absoluta, el único listón que posibilitaría su recuperación del gobierno de la Xunta.
Más complicadas se presentan para los socialistas de Patxi López las elecciones vascas si damos por bueno el último euskobarómetro hecho público hace unos días. PNV y PSE mantienen en este sondeo un empate técnico en intención de voto y se disputarían así ser la primera fuerza parlamentaria. Cabe la posibilidad de que los peneuvistas ganen en votos, pero sean superados en escaños por los socialistas. A partir de este escenario, podría abrirse un complicado juego de alianzas que tendría reflejo inmediato sobre la estrategia de Zapatero en Madrid. Sobre todo, si se confirmara que nadie llega a una mayoría clara y PNV y PSE se prestan al juego tan razonable de intentar conseguir los 38 escaños que les garantizarían una mayoría estable en el Parlamento de Vitoria.
La alternativa más arriesgada para Patxi López consistiría en obtener el respaldo del PP, una hipótesis que colocaría en apuros a Zapatero, ya que vería fracturado su buen entendimiento con el PNV en las Cortes Generales. El camino para un pacto más o menos estable de legislatura con CiU en Madrid se abriría entonces camino.
La otra alternativa en caso de empate sería un Gobierno de coalición PNV-PSE, que llevaría implícita la retirada de escena del lendakari Ibarretxe. En este complejo tablero de ajedrez, los socialistas vascos tienen claro que no les conviene tensar la campaña electoral para intentar vender las excelencias de un cambio tranquilo, con el fin de no regalar al PNV una alta movilización de su electorado como consecuencia de una comunión de intereses entre el PSE y el PP.
Es evidente que la experiencia protagonizada en 2001 por Nicolás Redondo y Jaime Mayor Oreja ha servido de vacuna a Patxi López.
Después del 1 de marzo, la política española girará cada vez más en clave europea. En el supuesto de que Mariano Rajoy consiga mantener el timón del PP después de las gallegas de marzo, la reválida definitiva le llegará tres meses después y todo lleva a pensar que estará fuertemente condicionada en sus resultados por la recesión económica. Para el examen en las elecciones europeas, Rajoy apelará a Jaime Mayor Oreja, a quien ayer confirmó como cabeza de lista para esta cita.
Un triunfo del PP en estos comicios, aunque fuera por escasos puntos, le serviría a su actual líder para coger carrete hasta las legislativas de 2012. En caso de una nueva victoria del PSOE en las elecciones europeas, el liderazgo de Rajoy en el PP estaría sentenciado. Con esta tesis trabaja, al menos, no sólo su equipo de confianza, sino también la mayoría del Grupo Parlamentario Popular, cada vez más fragmentado. De ahí que en la sede nacional de Génova, 13, no sólo se esté analizando en las encuestas el nivel de desgaste del Gobierno provocado por la crisis económica, sino también las dificultades evidentes que encuentra el PP para hacer llegar con eficacia su discurso económico a los ciudadanos y poder rentabilizar, en suma, el acelerado deterioro de la coyuntura. Aglutinar el descontento se ha convertido, desde este prisma, en uno de los principales retos del PP para los próximos meses.
Los resultados de las elecciones europeas los puede cargar el diablo, suelen decir en los cuarteles generales de los dos principales partidos, entre otras razones por el alto nivel de abstención que acostumbra a registrarse en ellas y también por la notable incertidumbre que rige las tendencias de voto y que hace que no pueda descartarse tampoco una dosis abundante de castigo para el primer partido de la oposición.
En cualquier caso, del resultado de las europeas no sólo dependerá el asentamiento o no de Rajoy al frente del PP, sino también el guión con el que Zapatero transitará el resto de la legislatura, muy posiblemente con un nuevo equipo ministerial que emergería con fuerza después de la presidencia española de la UE en 2010. Los preparativos de este compromiso institucional servirán de pretexto al presidente del Gobierno para compatibilizar las campañas electorales en curso con una agenda internacional repleta de citas.