Otra prueba para la Unión Europea
La construcción de la Unión Europea es un amplio catálogo de dificultades superadas. A lo largo de su historia ha atravesado muchos periodos de incertidumbre y muy pocos de satisfacción. Al final, sin embargo, la realidad siempre ha acabado tapando la boca a euroescépticos.
Pero la alambicada arquitectura de la UE es una gran fuente de la que no dejan de manar sorpresas que la ponen a prueba. En esa línea, desde ayer tiene la batuta de la presidencia europea un reconocido euroescéptico, Vaclav Klaus, el presidente de la República Checa. Tras un periodo en el que el torbellino de Nicolas Sarkozy ha marcado la impronta europea en la lucha contra la crisis en todo el mundo, la UE afronta un semestre crítico bajo la dirección de quien no sólo no cree en el club, sino que muestra una reticencia próxima al desprecio hacia una estructura comunitaria que ha comparado a la antigua Unión Soviética.
Esta especie de masoquismo a la europea, dictado por el complejo entramado institucional, podría pasar más inadvertido en otro momento. Pero la presidencia checa no sólo coincide con el periodo más crítico de la crisis económica internacional, en el que es más necesario que nunca que la UE muestre su vigor común, lo que deberá escenificar en la reunión de abril del G-20 en Londres, continuación de la cumbre de Washington. También debe encarrilar la ratificación del Tratado de Lisboa, que la misma República Checa aún no ha aprobado, además de pilotar las elecciones al Parlamento Europeo, en junio, y previsiblemente tener la primera reunión institucional con el nuevo presidente de EE UU, Barack Obama. Son hitos señalados, para que encabece alguien convencido de la eficacia de la Unión, y no de todo lo contrario.
La República Checa, no obstante, llegó con su predecesora, Francia, y la que será su sucesora, Suecia, a un acuerdo sobre un programa conjunto de 18 meses para la presidencia de la Unión Europea. En términos generales, el programa marca la ruta que la UE seguirá hasta finales de 2009, justo antes de entregarle el testigo a España, en el primer semestre de 2010. Básicamente, se trata de hacer énfasis en la economía competitiva, la política migratoria, las relaciones entre vecinos y la UE como potencia mundial. Es decir, fortalecer la Unión. Es obligación del resto de socios de la UE, y especialmente de los más poderosos, ayudar a que la presidencia checa haga más Europa, y no al revés, para que no acabe entregando una patata caliente.
No hace falta rebuscar para encontrar argumentos a favor. A la República Checa le basta mirar a su ex pareja en la antigua Checoslovaquia. Ayer mismo, Eslovaquia se convirtió en el decimosexto país de la zona euro. Y lo hizo tras una deslumbrante década de consolidación política y económica. Nadie hubiera predicho este desigual desempeño de los antiguos socios tras su divorcio de terciopelo, hizo ayer 16 años.
La buena forma en que, también ayer, ha cumplido el euro diez años es otro argumento inapelable a favor de más Europa. Como constata el comisario europeo de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, 'el euro funciona'. Como funciona la UE, a pesar de que queda aún mucho por hacer en cuanto a coordinación e integración. Pero por algo hay cola para entrar en este club.