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Columna
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Recesión, ¿corta o larga?

Ya estamos técnicamente en recesión. En el tercer trimestre del corriente año el crecimiento intertrimestral ha sido del ­0,2% y todos los pronósticos, tanto de organismos internacionales como de expertos nacionales, indican que en el cuarto trimestre será también negativo.

El paro sobrepasará a fin de año los tres millones de personas, el 13% de la población activa, con aumento de más de un millón que se ha generado por todos los sectores de la economía (agricultura, industria, construcción y servicios), el resultado neto de las empresas ha caído en el tercer trimestre por primera vez en 15 años, el déficit público puede alcanzar el 3,5% del PIB y el déficit exterior estará cercano al 10% del PIB. Sólo la inflación se ha salvado de la catástrofe cayendo en el mes de noviembre al 2,4%, terminando el año, a juicio del secretario de Estado de Economía, en el 2%; desde enero de 1987 no se había producido un descenso interanual tan fuerte.

Para 2009 el Fondo Monetario Internacional prevé que España continuará en recesión todo el año, con un crecimiento negativo del PIB de, al menos, ­1%. Con unas perspectivas sombrías, los expertos estiman que el paro puede situarse en el 16,5%; el déficit público puede alcanzar el 6% del PIB, el doble del límite fijado en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento; la tasa media de precios al consumo para el conjunto del año será del 0,6%, y un déficit exterior superior al 7% del PIB.

Nos encontraríamos así a finales de 2009 con seis trimestres continuados de caída de la actividad, lo que en principio me hace pensar que no se trata de una recesión corta en forma de V, sino al menos de una recesión en forma de U y, por tanto, de duración temporal media. Sin embargo, creo que la estructura productiva de nuestra economía, la baja productividad, el fuerte endeudamiento exterior del conjunto de la economía, el alto endeudamiento de las familias y de las empresas y la rigidez del mercado de trabajo y la indexación salarial con la inflación hacen previsible que la recesión se extienda al menos al año 2010. El Fondo Monetario Internacional considera que si no hay reformas España puede quedarse atascada en un proceso de baja productividad, bajo crecimiento y un largo reequilibrio de los balances, en el que será difícil retornar a una deuda pública baja. Nos situaríamos así en una recesión larga que se representa con la letra L.

Considero que la recesión será larga por el hundimiento del sector de la construcción, que representaba en torno al 17% del PIB. Dado que la sustitución de la aportación de dicho sector al PIB sólo es posible con la exportación de bienes y servicios de otros sectores, lo que requiere que su producción sea competitiva con la de otros países, que no es posible a causa de nuestra baja productividad. Por otra parte, nuestro nivel salarial no permite exportar bienes y servicios de poco valor añadido en competencia con los países emergentes, por lo que hemos de cambiar nuestra estructura productiva a bienes de más valor añadido con las reformas estructurales que más adelante expondremos.

Por otra parte, hay que tener presente la posibilidad de que en 2009 entremos en deflación debido a una larga caída del consumo, lo que está originando un continuo descenso de la inflación, que la Fundación de Cajas de Ahorros sitúa en el 0,6% como tasa media del IPC del próximo año, llegando a registrar tasas negativas en los meses de junio y julio, en una situación de recesión y de paro creciente.

Las medidas a adoptar podemos clasificarlas en dos grupos: con efecto a corto plazo y reformas estructurales con incidencia a medio y largo plazo. La principal medida con efecto a corto plazo debería ser facilitar créditos a las empresas, especialmente a las pymes y trabajadores autónomos, y con tal objetivo se aprobó el decretoley de adquisición de activos a bancos y cajas de ahorros para proporcionarles liquidez. Sin embargo, hasta ahora no ha surtido efecto tal medida y los citados agentes económicos se encuentran en situación de parálisis, al faltarles el oxígeno de la corriente monetaria. Es acuciante resolver este problema, bien a través de las instituciones financieras privadas y/o del Instituto de Crédito Oficial.

En cuanto a las reformas estructurales, el FMI dice que de no adoptarse, España podría caer en un equilibrio de baja competitividad, bajo crecimiento y desempleo alto. Recomienda la reforma del mercado laboral con los objetivos de suprimir la indexación de los salarios con la inflación, descentralización de la negociación colectiva, ligando los salarios a la productividad en cada empresa, y abaratamiento del despido; tales objetivos han sido también señalados por el Banco de España para la reforma del mercado de trabajo.

Igualmente señala el FMI una reforma en los mercados de bienes y servicios, suprimiendo todas las barreras que entorpecen la competencia entre las empresas. A mi juicio, tales reformas deberían ir acompañadas de un cambio profundo en el proceso productivo de la educación, con competencia entre centros públicos y privados y provisión pública; reforma del proceso de I+D+i en el sector público para una mayor integración entre centros de la Administración para evitar duplicidades y coordinación con el sector empresarial para conocer sus necesidades de innovación; reforma del sistema público de pensiones públicas contributivas para hacerlo sostenible, eliminando así su influencia desestabilizadora a medio plazo sobre la política presupuestaria, y por último, una reforma del sistema energético, reduciendo nuestra fuerte dependencia del exterior y su mayor coste. La apertura de un debate amplio y no ideologizado sobre la energía nuclear deviene imprescindible.

José Barea. Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid

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