La segunda burbuja de Henry Blodget
Para quienes vivieron la burbuja tecnológica que estalló hace ya ocho años, Henry Blodget es un mito; el clásico personaje asociado con una etapa. Blodget era analista de empresas de Internet; cuando Amazon valía 240 dólares, puso en sus informes que valía 400. Cuando alcanzó 600, Blodget era una celebridad, gurú de las nuevas tecnologías. Cuando la rueda de la Fortuna cambió de sentido, Blodget fue declarado culpable de hacer recomendaciones engañosas, pues en privado dudaba de la viabilidad de las empresas del sector.
Prohibida por sentencia su vuelta a las mesas de análisis, se ha reconvertido a periodista. Y en un artículo en The Atlantic explica cómo, por segunda vez en diez años, una burbuja financiera le pasó por encima. El desafortunado Blodget cuenta cómo, tras años de negarse a comprar casa y ver cómo su vecino se hacía una piscina con la ampliación de la hipoteca, finalmente adquirió en 2007 una vivienda que hoy vale menos que el crédito.
Y confecciona, también, una curiosa lista sobre las personas que le asesoraron mal antes de hacer tan mala compra. Para concluir que nadie le obligó ni le engañó abiertamente, aunque todos tenían su parte de responsabilidad.
Las conclusiones del bueno de Henry no son demasiado originales. Apunta que las burbujas son inherentes al capitalismo, que todo el mundo tiene la culpa de ellas y que la de 2000 y 2008 son dos episodios de la gigantesca burbuja crediticia iniciada en los años 90. Una suerte de fatalismo que tiene la ventaja de culparle de la compra fallida pero exculparle de las recomendaciones engañosas.
Es casi cierto. Pero también es, casi, como extrapolar de la resignación cristiana una eventual inexistencia del pecado. Y aunque Blodget cita uno de los aspectos fundamentales que ha agravado la crisis –en las empresas no mandan los propietarios, sino los gestores–, olvida el otro; que un mercado sin transparencia no es un mercado.
Y, en fin, como decía el inversor Benjamin Graham, de las crisis “aprenderemos muchísimo a corto plazo, y absolutamente nada a largo plazo”.