El escudo común de las rurales
La maquinaria ha echado a andar. Ante el chaparrón financiero, las cajas rurales se han embarcado en la creación de un mecanismo de protección común, ágil y eficiente. Pero la idea no ha sido improvisada. Muy al contrario. El gremio la viene rumiando desde hace algo más de un año y aún le llevará un tiempo materializarla.
Una directiva comunitaria (2006/48/CE) abre a estas entidades la posibilidad de crear un sistema institucional de protección (SIP). La normativa fue traspuesta al ordenamiento jurídico español en primavera, y el pasado septiembre el supervisor instó a las cooperativas de crédito, la tercera pata del sistema financiero, a crear un mecanismo de estas características.
La tarea no es fácil. En el pasado, el Grupo Caja Rural emprendió procesos para reforzar sus resortes de colaboración que no han llegado a buen puerto. El más reciente fue la fallida consolidación de balances en torno al Banco Cooperativo Español sugerida en 2005. Aquel proyecto chocó con cuestiones técnicas (Cajamar y DZ Bank, los dos mayores accionistas del Banco Cooperativo, no participarían en la iniciativa) pero, sobre todo, con espirituales. Tal y como recriminó el Banco de España a las rurales, la propuesta naufragó por los 'desencuentros personales' en el sector.
Al contrario que los bancos, donde manda el capital, el sector cooperativo se rige por la máxima de 'un hombre, un voto'. Este mecanismo, aplicado a la Asociación Española de Cajas Rurales (AECR) y sus 72 miembros, convierte la aprobación de cualquier iniciativa de calado en una auténtica obra de ingeniería de pareceres. æpermil;sta es la principal barrera que debe superar hoy el SIP.
Este mecanismo ofrece la posibilidad de establecer un grupo consolidable de entidades de crédito sin que exista control cruzado y donde se asigne una ponderación del 0% a los riesgos mantenidos entre los miembros de dicho sistema.
Las principales ventajas del esquema son dos: se refuerza la solvencia de los socios y se facilita el acceso a financiación en los mercados mayoristas al contar todos con un rating común. Y aunque el SIP impide a sus integrantes extralimitarse en su operativa bancaria en aras del bien común, permite a cada uno de ellos mantener su identidad y personalidad jurídica.
Todas las rurales consultadas por este periódico se han mostrado a favor de la propuesta. Pero como siempre, existen matices. De un lado aparecen aquellos que creen más conveniente que haya un único SIP para todo el grupo. Entre estos figurarían las cooperativas más grandes del gremio. Y del otro figuran quienes creen más conveniente crear un par de esquemas, si bien con las mismas reglas de funcionamiento.
'Deberían hacerse dos SIP: uno para cajas grandes y otro para medianas y pequeñas. No debemos estar todos en el mismo, sobre todo cuando hay una responsabilidad subsidiaria con el sistema de protección', afirma Rafael Iranzo, director general de Caixa Rural de Turís, una modesta cooperativa de la provincia de Valencia. El ejecutivo se muestra firmemente a favor de la propuesta. 'Aunque pierdes autonomía, ganas en seguridad y, mal que nos pese a las cajas pequeñas, tenemos que juntarnos porque si no los costes nos comerán', sentencia.
El primer responsable de otra rural que prefiere mantener el anonimato señala que 'lo mejor es que haya un sólo SIP porque no sé si tenemos volumen para dos'. Pero advierte, 'hay que ver las condiciones porque no quiero que se use mi liquidez para que otras cajas sigan políticas expansivas'.
Diversas fuentes consultadas indican que el Banco de España prefiere que se constituya un único SIP, pero el supervisor tampoco descarta de plano que se forme otro sistema paralelo al que promueve la AECR.
El trabajo en los próximos meses será intenso. Antonio Parellada, director general de la Caixa Rural Balears, estima que el proyecto puede estar en marcha a partir de mediados del año que viene, después de ser aprobado por los consejos de las rurales interesadas, y refrendado por sus respectivas asambleas de socios.
Quedan siete meses por delante. A pesar del aparente consenso inicial, el parto no promete ser fácil.