Adiós con nocturnidad
La carpeta de cuestiones por resolver que va a encontrar Barack Obama cuando llegue a la Casa Blanca será muy voluminosa. Dinamizar una economía necesitada de un tratamiento de choque histórico, empezar a poner en marcha una larga lista de promesas electorales -entre ellas la reforma del sistema de salud-, revisar las relaciones con Irak para comenzar la retirada, entre otras.
La lista da para llenar esta columna y más. Y por si esto no fuera poco, Obama y su equipo tendrán que revisar e intentar anular o derogar las llamadas 'regulaciones de medianoche' que haya aprobado George W. Bush a la carrera en los últimos meses de su legislatura.
Se trata de normativas o regulaciones que no requieren la intervención del Congreso pero que, pese a su bajo perfil procedimental, tienen un fuerte calado en la sociedad y una importante carga ideológica. Se considera que son como la rúbrica final de un presidente que quiere dejar las cosas atadas y bien atadas antes de partir. Esto se puede hacer en el último año de legislatura porque la oposición social y política es inútil ya que el presidente no se juega nada.
La casuística es infinita. De hecho, Bush ha aprobado regulaciones que complican y hacen más costoso para los trabajadores pedir permisos para atender a familiares enfermos, ha eliminado la necesidad de hacer informes medioambientales antes de que se tomen decisiones que afecten a zonas pesqueras, y complicará la concesión de ayudas a las víctimas del comercio sexual.
Además, y entre otras muchas disposiciones, ha conseguido que se relajen los estándares relativos a la cantidad de plomo permitida en el aire y va a hacer posible que las instituciones financiadas con dinero público puedan negar el derecho al aborto por razones religiosas.
Como hay un periodo de 60 días antes de que las regulaciones entren en vigor, todas estas reglas hechas con nocturnidad se han aprobado dos meses antes de que el nuevo presidente llegue y las pueda anular.
El equipo de transición de Obama ya ha seguido el paso de parte del trabajo legislativo de los últimos meses, y que fue acelerado desde mayo por orden del jefe de gabinete Joshua Bolten. Algunas disposiciones se podrán anular, otras habrán empezado su curso y será más difícil, si no imposible, frenarlas.
Bush no es el primero que deja semejante herencia a su sucesor. De hecho las regulaciones de medianoche son una constante en la historia presidencial de EE UU. Quien dio origen a esta táctica fue el mismísimo John Adams a comienzos del siglo XIX. Más que regular, lo que hizo Adams fue nombrar una serie de jueces. Thomas Jefferson, su sucesor (y vicepresidente) intentó dar marcha atrás y tuvo solo un éxito parcial.
Muchos presidentes han actuado con nocturnidad desde entonces. Dos de los más prolíficos fueron George Bush padre y Bill Clinton, aunque por supuesto cada uno de ellos criticó a su predecesor por ello y prometió no repetir ese comportamiento.
Bill Clinton consiguió, no obstante, anular un 9% de lo que había hecho Bush padre y además enmendó el 48% restante. Lo demás no hubo quien lo moviera. Clinton fue algo más hábil, porque Bush, su sucesor, sólo pudo anular el 3% de lo que él firmó. En las enmiendas tampoco tuvo mejor suerte.
Ahora le toca a Obama usar el sello presidencial y a ser posible, la goma de borrar.