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Alfredo Landa

'El talento ha desaparecido en el cine español'

Descubrió su futuro a los 14. Con 75 años y ocho meses, y libre de levantarse cuando le da la gana, el actor vive entregado a su familia, las tertulias con sus amigos, el mus, la lectura, el cine -se lo ve todo- y los martinis. 'Preparo los mejores del mundo'.

González Sinde escribió: 'No conozco el caso de otro actor en el mundo cuyo nombre haya establecido una clasificación semejante. No existe el bogartismo (...) pero sí el landismo'. Alfredo Landa puso fin en 2007, el año en que rodó Luz de domingo, a las órdenes de José Luis Garci, a una de las carreras más prolíficas del cine español. 'Se fue la pasión; como vino, se marchó'. 'Re-ti-ra-do' (que no jubilado), el actor navarro cuenta su vida en Alfredo el grande. Vida de un cómico (Aguilar), un libro 'dictado desde la verdad, sin pelos en la lengua, algo infrecuente en las memorias españolas', como recuerda el escritor que ha plasmado su vida y obra, Marcos Ordóñez.

Al llegar a Madrid trabajó como actor de doblaje, para usted una escuela formidable.

Yo aconsejaría a todos los actores que aprendieran a doblarse, primero a ellos mismos y luego a Brando o al que sea, porque es una escuela importantísima, se aprende mucho.

También sus cuatro años en el Teatro María Guerrero.

Porque allí tuve un maestro, José Luis Alonso, que para mí ha sido el mejor director de la historia del teatro español. Era un prodigio, culto, animoso, entregado y comunicativo.

¿Ha habido algún actor de generaciones posteriores en el que se haya visto identificado?

No.

¿Y consejo le han pedido?

Si, claro. Siempre doy el mismo, que viene de una charla que tuve con mi admirado Pepe Isbert haciendo El verdugo. Me dijo: 'Usted será un gran cómico, pero dedicándose a esta profesión, tiene que ser humilde, tener mucha paciencia e ir a por todas'. Se me quedó grabado y cuando me han pedido un consejo lo he repetido, diciendo de dónde venía, de Don José Isbert, que era un prodigio, como actor y como persona.

¿Cree en la humildad?

Soy el autor de la humildad. Soy enteramente humilde, pero no por haber estudiado, sino de nacencia, me sale.

Y usted que ha interpretado tantos papeles de ligón en calzoncillos que tan poco encajaba en su forma de ser...

Con mi forma de ser no, pero con mi apetencia podía ser.

... ¿qué ocurría cuando llegaban los buenos guiones?

Si yo lo veía ya sabía lo que tenía que hacer, no tenía problemas.

¿Cómo le han afectado las críticas?

Mal. He tenido muy malas críticas. Un día entré en casa y vi a mi madre llorando a moco tendido después de hojear las críticas que me envíaba una sociedad que se llamaba Camarasa. '¿Por qué te dicen estas cosas si eres respetuoso y un hijo maravilloso', me dijo. De mí han dicho que había que echarme de España. Luego, no rectificaron, no reconocieron que había tenido el acierto de cambiar. Tenían motivos, ¿no? La gente no es buena en general, hay mucha mala leche, yo soy el primero que la tiene, no estoy orgulloso de eso.

¿Cuáles son los directores que mejor partido han sacado de usted?

En teatro, como José Luis Alonso no ha habido nadie. En cine, soy un fan de Garci. Creo que es un modelo, un hombre muy intuitivo, con muchas ideas y mucho talento. Otro que me encantaba, era José Luis Sáenz de Heredia. Mario Camus también.

¿Ha podido escoger sus papeles?

Si hubiera aceptado todo lo que me han echado encima, ahora sería supermillonario y no lo soy, aunque pobre tampoco. En vez de ciento y treinta y tantas películas hubiera hecho trescientas fácil. Pero el dinero ¿para qué sirve? ¿Te vas a comprar tres coches? Para qué, si con uno basta.

Dice que es una constante en esta profesión 'el cabreo, el distanciamiento, la reconciliación y vuelta a empezar'.

Como en todo en la vida. Aquí puede haber más motivos para distanciarse. Me he enfadado sólo con dos personas a lo largo de toda la vida y tengo muchos años, 75 años y ocho meses.

Ha vivido distintas políticas cinematográficas, ¿por qué cree que el público no va a ver el cine español?

Porque es más malo que la quina. El talento ha desaparecido en esta profesión. Antes el público iba en masa al cine. El público no es tonto, puede parecerlo, pero es mentira.

Un regalo para el escritor y el actor

A Marcos Ordóñez le han propuesto en otras ocasiones escribir memorias de actores, pero la respuesta ha sido no. Cuando Arturo Pérez-Reverte le llamó para hablarle de Alfredo Landa, su respuesta fue: 'lo quiero hacer ya'. En esta ocasión, partía de la admiración y respeto por el personaje y la curiosidad por lo que podía narrar y enseñar. El escritor y crítico teatral Marcos Ordóñez (Barcelona, 1957) no tardó en descubrir que Alfredo Landa era un excelente narrador y que el retrato tenía que ser construido como un monólogo. Se zambulló en sus películas, 'con gran felicidad por mi parte, porque Alfredo está bien prácticamente siempre y en ellas hay un reflejo muy interesante de la época', y preparó un cuestionario con más de cien preguntas que cuando el actor lo vio pensó que aquello ya era el libro. Han sido muchas horas de conversación. 'Nos daban las uvas hablando de lo divino y lo humano', recuerda el escritor y crítico teatral.Alfredo Landa conserva una memoria prodigiosa, 'el archivo lo llevo aquí', precisa el actor tocándose la cabeza. Para Marcos Ordóñez hay una parte muy importante en el libro de memoria, sobre todo de cara a la nuevas generaciones, y también de enseñanza, de maestrazgo. 'Me gusta cuando Alfredo cuenta cómo trabajó su personaje de Paco El Bajo en Los Santos Inocentes recibió la Palma de Oro en Cannes. Existe el tópico de que es un actor muy intuitivo, pero también tiene un lado muy analítico a la hora de trabajar los personajes'. Para ambos, el libro 'ha sido un regalo'.

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