Cajas, 'small is beautiful'
Hace ahora 35 años, el economista Ernest Schumacher -colega de Keynes y de Galbraith- publicó el libro Lo pequeño es bello: una defensa de la humanización de la economía en sus más diversos ámbitos. Sus propuestas hoy resultan de lectura imprescindible; especialmente cuando la remodelación del sistema financiero se orienta a agigantar aún más a los gigantes.
Schumacher (1911-1977) atacó los procesos de concentración económica sobre la base de su deshumanización e ineficiencia, pues las organizaciones excesivamente grandes perdían enfoque estratégico y resultaban incontrolables. También resultó un avanzado en la reivindicación del medio ambiente y el desarrollo del Tercer Mundo; desafiando, además, la tesis empresarial de maximización de la producción y la tendencia social a asociar consumo con felicidad. Su principal idea fuerza: la conveniencia de organizaciones más humanas, y para ello más sencillas y pequeñas, provenía de haber vivido un escándalo bursátil con similares raíces al actual: largo periodo de crecimiento y beneficios, euforia bursátil, escasa supervisión y avaricia desmedida, el de los conglomerados.
Así se denominaba a unos grupos que crecieron aceleradamente a través de fusiones por intercambio de acciones. Su estrategia era emplear sus elevadas ratios PER (veces beneficios) para adquirir otras sociedades menos valoradas y crear beneficios contables mediante la traslación de la elevada valoración de la empresa compradora al grupo fusionado. Así, sin ahorros ni mejoras de gestión, al ser más grandes, valían más... A finales de los sesenta, la progresiva caída de sus beneficios condujo a sus hundimientos en la Bolsa y al desmembramiento de muchos de éstos. El concepto sufrió tal descrédito que los pocos supervivientes trataron de lavar su imagen, promoviendo otra denominación: corporation (empresa en inglés).
Entonces, como ahora, los analistas bursátiles y los inversores estuvieron más pendientes de las ratios y de la imagen glamurosa que del entendimiento de la realidad económica subyacente. Además, al ser tan grandes, esos grupos resultaban muy difíciles de analizar; de ahí surgió la práctica -actualmente bastante extendida- de hacerles descuentos de valoración por complejidad de análisis. Pero ahora mismo, el unbundling (desgajamiento por venta) de las instituciones financieras afectadas por la crisis está contribuyendo a crear unos nuevos monstruos con aún mayores dificultades de análisis, gestión y supervisión.
Pero lo más preocupante es la generalización de la falsa teoría de que todas las fusiones de entidades financieras aportan grandes sinergias y solucionan los problemas de liquidez. Pueden mejorar la solvencia y de credibilidad del equipo directivo, pero, por sí mismas, no resuelven la iliquidez de una entidad.
En cuanto al asunto de las sinergias, conviene recordar el irónico comentario de Michael Porter: 'Una buena idea, pero raramente ocurre en la práctica'. Especialmente en el sector de la banca comercial, en el que las economías de escala son muy poco relevantes, mientras que las economías de alcance suelen ser de papel. Me explico, por economía de alcance se entienden los ahorros derivados de emplear un mismo coste en un mayor número de ventas (dejando más margen de beneficio unitario). En banca, las habituales son: nómina de la alta dirección y de los servicios centrales, coste de publicidad y comunicación y plusvalías por venta de edificios redundantes.
En el caso de las cajas de ahorros, estas economías son aún menores y así se ha demostrado en las fusiones acaecidas hace unos años, cuyos protagonistas aparecen entre los más afectados por la crisis (al no haber recuperado todavía el valor que destruyeron). Porque las cajas tienen la política de no cerrar sucursales ni despedir personal, por los largos periodos de adaptación entre culturas organizativas distintas, por los costes de adaptación de sistemas informáticos y de prácticas de gestión, por los elevados costes de asesoría, porque se acaban reduciendo muchos menos cargos de los previstos, y porque hay que comprar muy cara la aquiescencia de los partidos políticos. Pero, sobre todo, porque la caja fusionada suele perder en identificación territorial y en proximidad con el cliente, que son sus dos grandes ventajas comerciales. Y mejor no hablar de la obra social, atenazada por las cuotas y prioridades de las distintas Administraciones locales.
Antes y ahora, los mercados monetarios y de capitales en lo que se fijan es en la calidad del balance y en la ratio de eficiencia, no en el tamaño. Gracias a la informática, a las telecomunicaciones y al mercado interbancario, el negocio de banca comercial tiene unas necesidades de masa crítica reducidas; siendo legión los pequeños bancos que florecen por todo el mundo. Así, si las autoridades quieren forzar fusiones entre cajas, que lo argumenten técnicamente.
Ignacio Suárez-Zuloaga. Doctor en Ciencias Empresariales y socio de CLI Consultores