De la abstención de los votantes al fraude fiscal
La desconfianza política y económica empieza a apuntar una preocupante insumisión ciudadana ante los deberes cívicos, según el autor, primero con la abstención o el voto en blanco y luego con el fraude fiscal. En su opinión, la política democrática debe recuperar el crédito social
La (des)confianza política y económica está minando peligrosamente la conciencia cívica y fiscal de los contribuyentes. Nuevas percepciones sobre el cumplimiento (o el fraude) fiscal se están instalando en la opinión pública. El 39% de los españoles opina que es una conducta generalizada, un 51% cree que el fraude fiscal aumentó en los últimos 10 años y la mitad de los encuestados justifica la conducta defraudadora, destacando como causa principal que son 'las circunstancias' las que obligan a defraudar para salir adelante.
Estas conclusiones se desprenden del último barómetro fiscal que elabora el Instituto de Estudios Fiscales (IEF), dependiente del Ministerio de Economía y Hacienda, sobre Opiniones y actitudes fiscales de los españoles en 2007. Cada vez más ciudadanos justifican que se engañe al fisco, lo que supone un coste que podría ascender ya a 240.000 millones, según técnicos gubernamentales. Opiniones del año pasado, antes de la crisis financiera y económica de 2008.
Además esta situación parece ir en aumento en vez de tender a desaparecer. En sólo siete años una de cada dos personas entiende que se defraude a Hacienda. En el año 2000, sólo el 31% de los encuestados por el IEF justificaba el fraude fiscal, en el 2006, en cambio, la cifra alcanzó el 39% y, sólo en un año ascendió al 49% en 2007. La marca fiscal de Hacienda somos todos empieza a estar cuestionada por un menor sentimiento de culpa ante el fraude y nuevas justificaciones al engaño.
En septiembre de este mismo año la Organización Profesional de Inspectores de Hacienda del Estado advirtió que la 'única' explicación posible a los 'fuertes' descensos en la recaudación del impuesto sobre sociedades (-17,8%) y del IVA (-7,7%) del primer semestre es que se ha producido un incremento del fraude fiscal en aquellos tributos donde los contribuyentes consideran que existe un menor control.
Las cifras llaman la atención por su peso absoluto y por su proporción en el conjunto. Y coinciden con otros datos, como que el principal sentimiento que la política inspira en la ciudadanía, según el Barómetro del CIS de enero de 2008, es la desconfianza (32,1%), seguida por la indiferencia (20%) y el aburrimiento (15,4%). E incluso a un 8% le provoca irritación. A la frustración o la decepción política se añade la convicción de que los políticos no se preocupan de los temas que interesan a los ciudadanos (según el 69,8% de los ciudadanos)
Esta opinión parece crecer en paralelo a un incremento en la percepción de corrupción en los Gobiernos. Se acaban de presentar los resultados del índice de percepción de la corrupción (IPC) que publica anualmente la ONG Transparencia Internacional. æpermil;ste clasifica a un amplio número de países (en esta ocasión, hasta 180) en función de la corrupción que perciben sus habitantes. En el índice destaca el aumento de la corrupción en España que ha bajado tres posiciones en el ranking de países menos corruptos (del 25 al 28).
Estas curvas de crecimiento (comprensión al fraude, desconfianza política y percepción de corrupción) coinciden 'sospechosamente' con la del incremento del malestar con la política y el descrédito de los políticos que recogen encuestas e indicadores. Podemos advertir que ya desde 2001 (mucho antes que se iniciara el periodo de recesión económica) se está produciendo una correlación por la cual al tiempo que se incrementa la desconfianza, las opiniones firmes contra el fraude disminuyen, siguiendo dos curvas que se cruzan.
Roto el contrato de confianza con los ciudadanos que legitima la política, se empieza a apuntar una preocupante insumisión ciudadana ante los deberes cívicos. Algunos ciudadanos pueden estar tentados de expresar su desencanto y su malestar con las circunstancias a través del voto en blanco o con la abstención. Pero si en su dimensión como contribuyentes les tienta el fraude, el cisma cívico se convertirá en una fosa insalvable para la recuperación económica. Hay un tsunami fiscal por debajo de la crisis que puede provocar graves daños al conjunto.
La política democrática debe recuperar crédito social. Hasta ahora, abstención y fraude parecían mundos estancos, pero las circunstancias pueden obligar a muchos electores y contribuyentes a enrolarse juntos en el desafecto a lo público. El ejemplo moral de unos dirigentes financieros globales no permite pedir sacrificios desde el púlpito público y político. Hay que reaccionar o el fraude será la única salida para los decepcionados... y para los desesperados.
Antoni Gutiérrez-Rubí. Asesor de comunicación pública y política