La reconversión inmobiliaria
Nuño Rodrigo
Está costando una dura recesión, pero ya parece existir un cierto consenso alrededor de la idea de que la burbuja inmobiliaria genera importantes desequilibrios y problemas de largo plazo a la economía española. Sin embargo, no se percibe, al menos de momento, ninguna intención de reformar un mercado anquilosado cuyas rigideces lo conducirán a otra burbuja similar, a otra generación de riqueza ficticia a cambio de un endeudamiento demencial.
El proceso ha tenido efectos positivos sobre las variables económicas y el empleo, pero su impacto a medio plazo sobre el medio ambiente y la productividad es devastador. Y un proceso al que, si no cambia nada, la economía española estará abocada dentro de unos años, como estuvo tras las crisis inmobiliarias de los 80 y los 90.
Quizá sea éste el único momento en el que es planteable una reforma en profundidad del mercado inmobiliario. En épocas de crisis se suele hablar de flexibilización económica, de bajadas de impuestos y de estímulo a la iniciativa empresarial. Pero se suele obviar la losa que supone un mercado inmobiliario donde el alquiler es inexistente y, en consecuencia, donde los aumentos de renta disponible en etapas de expansión económica se trasladan de inmediato al precio de venta, porque en algún sitio hay que vivir. Un encarecimiento que equivale, en términos de economía familiar, a una brutal subida de impuestos durante varias décadas.
La inexistencia de un mercado de alquiler implica, asimismo, un notable incentivo en contra de la movilidad laboral o la iniciativa empresarial. La hipoteca a 30 años -o la perspectiva de estar casi obligado a contratarla en un futuro- inclina al trabajador a preocuparse por la seguridad más que por cualquier otro aspecto.
El primer estímulo al alquiler tiene que venir por la vía de la seguridad jurídica para el arrendador. Pero también es necesario desincentivar vía impositiva la especulación con pisos vacíos. Y, obviamente, acabar con la subvención a quien compra una casa por parte de quien aún no puede hacerlo. Las normas urbanísticas y los procesos de comercialización de las nuevas promociones también merecerían una revisión seria. No son medidas fáciles de tomar, pero ninguna reconversión lo es. Y hoy ya sabemos qué sucede cuando no se cambia un modelo productivo.