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Una enfermedad que tiene cura

Hasta hace un mes parecía que, aunque la situación era complicada, la crisis financiera se estaba arreglando poco a poco. La inflación, enemigo público número uno, estaba remitiendo, dando margen para que los bancos centrales relajaran su política monetaria y dieran a la economía, el empujón que necesitaba, y a los bancos, tiempo para ir lavando sus trapos sucios.

La quiebra de Lehman, sin embargo, agudizó el problema con una velocidad y virulencia que nunca previeron los que la podían haber evitado. El mercado de crédito entró en coma. La medicina tradicional había dejado de funcionar y el mundo quedó pendiente de que los principales gobiernos entendieran, en el poco tiempo de que disponían, la magnitud de las medidas que tenían que tomar. Nos guste o no, a partir de un punto las crisis bancarias sólo se pueden resolver con intervenciones públicas y eso es muy difícil de asimilar.

Desde entonces las autoridades mundiales han tenido que correr al sprint para ponerse delante de una crisis que se extendía como la pólvora. Y lo sorprendente es que en apenas dos semanas, inspiradas en el modelo inglés, hayan sido capaces de transformar de raíz el sistema financiero para evitar que éste colapse. De una manera u otra los Estados han unido sus destinos al de sus respectivos bancos, cuasi nacionalizándolos, recapitalizándolos y garantizándoles el acceso a la liquidez. El sistema financiero no va a colapsar.

Por desgracia nuestros problemas no terminan aquí. Evitado el infierno, del purgatorio no nos libramos. Delante nos queda una recesión seguramente agravada por el estrés al que hemos sometido a la economía en las últimas semanas. La parte buena es que, aunque desagradable, ya estamos hablando de una enfermedad conocida, que tiene cura, que sabemos como tratar y de la que seguro vamos a salir.

Mientras, la Bolsa, como va por delante, sí ha descendido a los infiernos, y Warren Buffett, que también va por delante, ya ha desempolvado su viejo mantra: 'Ten pánico cuando los demás son avariciosos, y se avaricioso cuando los demás tengan pánico'. De nuevo el viejo, se va a forrar.

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