La visibilidad de la inversión
Hace menos de un año, las Bolsas de todo el globo, la española también, caminaban hacia máximos cíclicos, embriagadoramente ajenas a una crisis financiera que acumulaba poder destructivo cada día, pero que no acabaría de aflorar con toda la violencia hasta ahora, llevándose por delante a Lehman Brothers. El índice selectivo español, que sintetiza la marcha de las 35 empresas más líquidas, superó fugazmente los 16.000 puntos en noviembre. Desde entonces ha cedido un 40%, en uno de los ajustes más severos que se recuerdan en tiempo tan limitado. ¿Ha terminado la caída? ¿Qué visibilidad tienen los inversores para tomar decisiones? ¿Qué dimensión tendrá la recesión que el mercado huele?
En la segunda mitad de 2007 los precios de las acciones prosiguieron su avance envueltos en los restos de los pilares que habían apuntalado la euforia en los últimos cinco años: dinero barato y abundante para apalancar la expansión de los negocios; desbocado crecimiento de los países emergentes de gran tamaño para sostener la demanda agregada, y mejoras constantes en los beneficios para convidar a los accionistas. Pero los excesos habían creado sus propios gérmenes de autodestrucción y los abusos del modelo de financiación de la economía colapsaron los flujos del dinero, hasta amenazar la subsistencia misma de las economías.
Los Gobiernos han reaccionado, quizá algo tarde, y está por ver que las medidas tomadas sean suturas suficientes para atajar las pérdidas del sistema financiero y devolver la salud plena a la economía productiva. La limpieza definitiva de los activos que quitan el sueño y la confianza a la banca tardarán varios meses, porque no hay mecanismo ejecutivo alguno que obligue a los bancos que los tienen a sacarlos a la luz. Mientras tanto, unos cuantos meses más, persistirá la etapa de crisis financiera, que irá acompañada de episodios de volatilidad en las Bolsas, mercados interbancarios y de deuda como los actuales.
La tendencia de los precios de las acciones seguirá bajista hasta determinar el verdadero daño en la economía real. En ese momento sitúan los analistas el suelo de un mercado que comenzará a escudriñar de inmediato el cambio de ciclo. Pero la recuperación está más alejada de lo que hoy se cree, y desde luego con tempos diferentes en cada país y zona monetaria, dependiendo del activismo de Gobiernos y bancos centrales.
El mercado está apto para amantes del corto plazo, quienes gustan de la apuesta relámpago, aprovechando los vaivenes poco justificados de los índices. Pero también empieza a ofrecer atractivo, que se reforzará cuando toque suelo en próximos meses, para quienes invierten buscando la lenta recomposición del valor en el largo plazo. Casi todas las compañías, sobre todo las que forman los grandes índices, están infravaloradas por la reacción exagerada del mercado, pese a que los beneficios serán revisados en próximos trimestres. El valor intrínseco de los estados contables de la mayoría de las empresas supera con creces a los precios que recogen las tablas de cotización, ofreciendo márgenes de seguridad atractivos. Un PER ocho, anormalmente bajo, y una rentabilidad por dividendo superior al 5%, históricamente generosa, son algunas de las señales que justifican tomar posiciones estratégicas.