La crisis saca los colores a los blindajes excesivos
Cautela y austeridad regirán las cláusulas de los contratos directivos tras las caídas de Wall Street.
Las indemnizaciones otorgadas a los 12 grandes nombres de la banca estadounidense suman nada menos que 370 millones de euros, incluyendo lo percibido en dinero en efectivo, stock options y otras retribuciones. Stanley O'Neal dejó la dirección de Merril Lynch el 28 de octubre de 2007, embolsándose 119 millones de euros como despedida, después de que la entidad financiera que dirigía admitiera depreciaciones de activos por 5.900 millones de euros.
Su sucesor, John Thain, recibió casi siete millones de euros como despido por dirigir la entidad menos de un año, antes de que la firma fuese adquirida por Bank of America, el 14 de septiembre de 2008. Charles Prince, presidente de Citigroup, cobró más de 77 millones pese a que su salida se produjo una vez que el banco anunció depreciaciones de activos por 8.000 millones de euros. Otros ilustres beneficiarios de generosos paracaídas dorados han sido Kerry Killinger, de Washington Mutual (32,5 millones de euros); Richard Fuld, de Lehman Brothers (17,7 millones de euros) o James Cayne, de Bear Stearns (9,6 millones de euros), según datos recogidos por la cadena norteamericana CNBC.
Si bien los expertos coinciden en la necesidad de la existencia de los blindajes en los contratos de los altos ejecutivos, en un momento como el actual en el que se ha puesto en duda la estabilidad financiera de muchas compañías, la precaución deberá preceder a la protección económica de los directivos. 'En España, los altos directivos tienen menos días de indemnización por despido, de ahí la práctica extendida de pactar las cláusulas de indemnizaciones', señala Francisco Conde, socio del área laboral de Cuatrecasas.
Vincular el blindaje a los resultados de la empresa, una posible solución
Un ejecutivo de primer nivel asume ciertos riesgos a la hora de cambiar de empresa, y tratan de protegerse contractualmente. Además, esta práctica 'es la forma que tienen muchas compañías de ganarse a un candidato', añade Conde. En cuanto a las cantidades pactadas, se trata de una negociación individual del candidato sin que existan limitaciones legales al respecto.
'La utilización de blindajes ha sido más frecuente en EE UU puesto que allí la realización de un cambio de compañía por un directivo siempre ha sido más habitual que en Europa y mucho más que en España', comenta Manuel Gómez Egea, de la firma de búsqueda de ejecutivos Gómez Egea Internacional. 'Un directivo no se cambia sin una protección y en muchos casos es necesaria. El problema surge cuando hay abusos, aunque aquí nunca se han usado masivamente, como en EE UU', apunta.
Este modelo contractual ha generado, además de unas inquietudes económicas por el contexto internacional que se vive en la actualidad, un debate ético respecto al mundo empresarial.
Un caso poco habitual es el de Robert Willumstad, máximo dirigente de la aseguradora AIG, a la que el Tesoro de EE UU tuvo que inyectar 85.000 millones de dólares para evitar su hundimiento. Su compañía le había preparado un despido de lujo, de 22 millones de dólares, pero Willumstad ha renunciado a ese dinero, según señalaba el diario The Wall Street Journal.
'No es muy común renunciar a parte de la indemnización, pero a partir de ahora se verá más. Parte de la valía de un directivo en el mercado viene dada por su reputación', señala José Manuel López, socio del sector financiero de la firma de cazatalentos Russell Reynolds.
Sin duda, cuando se sale del terreno legal y se entra en cuestiones morales, la persona es lo único que importa. 'Hay gente que no se siente cómoda cobrando millones cuando sabe que sus colaboradores no se llevarán nada, pero es una decisión muy personal', añade López.
En cuanto a la buena o mala gestión del directivo, las cláusulas de indemnización pocas veces están vinculadas a los resultados de la compañía, comentan desde Cuatrecasas. Este es uno de los motivos por los que a pesar de que una compañía augure un futuro poco prometedor, sus ejecutivos se despidan con varios millones en sus bolsillos. 'Una solución puede ser condicionar el blindaje a unos resultados mínimos, pero no es habitual', afirma Francisco Conde.
'Parece contradictorio que una persona que con una mala gestión lleva a la quiebra a una compañía se vaya con un blindaje que le hace rico, pero desde el punto de vista legal es así', comenta José Ramón Pin, profesor del IESE. 'Lo razonable es que como mucho cobre uno o dos años de sueldo, que es lo que podría necesitar para recolocarse', añade.
Los expertos coinciden en que la tendencia será que las compañías actuarán de forma más cautelosa y muchas reducirán las cuantías de los blindajes de altos ejecutivos, pero siempre se necesitarán, 'sobre todo en los casos de directivos con una experiencia acreditada que se cambien de compañía', comentan desde Russell Reynolds. 'Los blindajes ayudan al cambio flexible de los directivos, y esto es bueno, pero no pueden ser de oro', sostiene Gómez Egea.
La mano del Gobierno
En Francia lo tienen claro. 'No habrá paracaídas dorados para los dirigentes dimisionarios de Deixa', declaró la ministra de Economía francesa, Christine Lagarde, en un comunicado el pasado viernes. Francia aportará 3.000 millones de euros para el rescate de Dexia; Bélgica, otros 3.000 millones de euros, y Luxemburgo, 376 millones de euros, según el acuerdo alcanzado por estos países a principios de la semana pasada, tras el descalabro sufrido por las acciones de la entidad. Sin embargo, sus directivos no recibirán cantidades millonarias en el cese de sus funciones. 'Soy defensor de la seguridad jurídica y el respeto a los contratos. Aunque es cierto que existen situaciones excepcionales en las que es imprescindible valorar caso por caso', señala a este respecto José Manuel López, de Russell Reynolds.'Me parece acertado que se pidan responsabilidades y que se controle la gestión de los directivos, que no siempre merecen las indemnizaciones. Sin embargo, no se puede castigar sólo porque no haya beneficios, algunos habrán trabajado como mulas', comenta Manuel Gómez Egea.