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Los buenos jefes sí existen

Los buenos jefes sí existen
Los buenos jefes sí existenJUAN LÁZARO

Como ya no se habla de jefes, sino de líderes, y tampoco de empleados, sino de colaboradores, los directivos gustan. Algunos dirigentes de los de antes eran muy malos para la salud, en los de ahora se aprecian buenas dosis de talante conciliador e inteligencia emocional. Y es que los buenos jefes sí existen. Francisco Martín Frías, director gerente de la empresa de mensajería MRW, y el cocinero Juan Mari Arzak fueron reconocidos ayer como los mejores directivos del año, en la categoría de gran empresa y pymes respectivamente, por Directivosplus, una comunidad de profesionales con 25.000 afiliados, en la tercera edición del premio.

No saben escuchar, son muy autoritarios, se muestran reticentes a delegar y aún más, no confían en su equipo. Van a hacer falta kilos y kilos de detergente para limpiar el estigma de ser jefe. El cine y la literatura, con personajes como Miranda Priestly en El diablo se viste de Prada, han contribuido a crear una imagen de ogro que las más de las veces no se corresponde con la realidad. Por el contrario, los colaboradores de los 20 finalistas -entre 1.850 candidaturas- del premio DirectivoPlus 2008 resaltan la comunicación, el compromiso y la humildad entre las cualidades que mejor definen a sus superiores. Y su opinión cuenta. Más allá de contribuir a crear buen ambiente, representa la espoleta de este premio, el único otorgado de abajo arriba. Es decir: a propuesta de los empleados. Y de la familia, en el caso de Juan Mari Arzak, entre cuyos colaboradores figura su hija Elena.

Tras diez años de trabajo en común, Ana Rey, asistente de Francisco Martín Frías en la empresa de mensajería MRW, dice conocer tan bien a su jefe como él le conoce a ella. 'En esta casa no hay puertas cerradas, ni físicas ni de las otras', subraya con marcado orgullo. Este directivo, con cerca de 400 empleados bajo su mando, defiende a garganta henchida el modelo de empresa familiar, al que atribuye el éxito de la relación con sus empleados. 'No veo nada de especial en ello', replica.

Juan Mari Arzak 'está que no cabe en sí'. Lo dice su hija Elena, colaboradora directa del cocinero desde 1995, cuando se decidiera a echar una mano en los fogones de uno de los más reputados chefs de España, aunque al propio Arzak esa denominación, la de chef, le resulte estratosférica. 'En esta profesión hay que estar para lo divino y para lo humano', apunta Arzak, quien coincide con su hija en que su mayor mérito consiste en haber sabido inculcar a su equipo la pasión por cocinar. 'Hay reconocimientos de la profesión, como las estrellas Michelin, que van directos a la alacena y premios como éste que se depositan en el corazón', describe emocionado este creador, referencia constante para varias generaciones de cocineros, que empezó de abajo, entre las cacerolas de la casa de comidas que regentaban sus padres en Alza, hoy San Sebastián.

Como Arzak, Roberto Torregosa, director del hotel Juan Carlos I, también finalista en la categoría de gran empresa, conoce el oficio de antiguo. Con 17 años trabajaba como ayudante de camarero en la Ciudad Condal; con 44, dirige una plantilla de 400 personas, 'al 90% de las cuales conoce por nombre y apellidos', reconoce con orgullo contenido Cristina Llorens, su secretaria durante los dos últimos años y quien presentó su candidatura. La receta de Torregosa es sencilla. Se formula con cinco ingredientes: 'Comprensión, cabeza, compromiso, comunicación y coherencia', enumera satisfecho con una candidatura ejecutada por su 'familia putativa', sus colaboradores.

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