Seis días a bordo del 'Queen Mary 2'
El transatlántico de lujo agasaja a sus pasajeros con exquisitos restaurantes, veladas de teatro, música, conferencias y sesiones de 'spa'.
Cruzar el Atlántico en barco retrotrae a experiencias antiguas, las de quienes lo hacían por puro placer o las de quienes buscaban un futuro mejor en la tierra prometida. El viajero siente la soledad del horizonte y la ingravidez del balanceo en un microuniverso de 2.400 pasajeros y 1.500 tripulantes llamado Queen Mary 2, uno de los cruceros más grandes del mundo, que hace la travesía más popular: Southampton-Nueva York.
El motivo más común para hacer el trayecto en barco es el simple disfrute, pero hay quien recurre a él por miedo a los aviones, quien lo prefiere porque lleva un gran equipaje o quien viaja con su mascota, que paga un billete más barato que si tomase el avión. Conviene tomárselo con calma, ya no son los 14 días del viaje del Titanic, pero son seis, aunque podría hacerse en menos tiempo.
En verano, Navidad y Semana Santa hay unos 200 niños entre el pasaje, y la media de edad es más baja; pero a principios de septiembre predomina la tercera juventud, algunos grandes veteranos de los cruceros con interesantes historias que contar en las comidas o en las cenas. Un matrimonio de 80 años que vive en Carolina del Norte, pero originario de Escocia, vuelve de visitar a la familia; un abogado aficionado a pilotar avionetas...
Hay ciclos de conferencias que versan sobre crímenes en alta mar y sobre huracanes
El exquisito Queens Grill, el elegante Britannia Club y una gran variedad de restaurantes permiten prácticamente pasarse el día comiendo. Se puede pedir cualquier plato y lo más probable es que lo tengan en las inmensas bodegas, llenas de alimentos frescos. Es probable que la semana termine con unos kilos de más, para que no sean excesivos conviene dar unas vueltas en la cubierta siete o apuntarse al gimnasio.
Las 25 horas que duran los días en el QM2 (se gana una diaria al viajar hacia el oeste) no son suficientes para completar la apretada agenda del viajero. Una charla sobre métodos para expresar más amablemente las críticas y saber llevar las discusiones, en pareja o en el trabajo, en la cubierta siete, el lanzamiento de saquitos de arena junto a la piscina cubierta, la reunión del club de punto y confección, la subasta de arte, la película Cosmic Collisions, narrada por Robert Redford, la versión de Vidas privadas de Noel Coward, un antiguo viajero del QM2... El barco tiene un teatro con 1.100 butacas, que se quedan en 150 para la proyección del planetario.
Cada noche después de la cena, el viajero recibe la agenda del día siguiente. Los espectáculos musicales apuestan por los años 70 y 80, con Queen y Abba, y pocas palabras para que lo entienda un público multinacional, explica Ray Rouse, director de entretenimiento. Tríos de jazz, cuartetos de cuerda y pianistas animan las tardes y las noches.
Casi todo el mundo va en pareja, pero hay casi dos centenares de solteras y una decena de solteros, muchos dispuestos a bailar en las clases de salsa o en la discoteca G32, que cierra a altas horas. DJ Nico anima a los escasos jóvenes que prueban a bailar, la única actividad que se practica con más ligereza en el mar que en tierra. Uno de ellos es el camarero de una persona importante, cuyo nombre no puede desvelar. Los rumores van de proa a popa. Hay quien afirma haber visto a un actor, cuyo doblador español es casi tan conocido como él, en la sala de puros. Otros, que en realidad se trata de uno de los filántropos más poderosos del mundo. Ante el escaso parecido físico de los dos sospechosos, el viajero levanta sus escépticas cejas, y fantasea con ocupar la suite privadas del vip en cuestión, a las que se accede por un ascensor propio.
Gastar es una buena manera de matar el tiempo. El casino acepta donaciones, y en la zona de tiendas hay siempre un mercadillo de joyas, bolsos u otros complementos, a precio de dólar. Además en medio del mar no hay impuestos, ni cobertura móvil, aunque eso cambiará en noviembre. El buzón de correos de la cubierta 2 parecería lo adecuado para el QM2, pero los tiempos cambian y hay internet. Y cursos de informática desde hace dos décadas.
Si la espalda se resiente del ordenador, el spa, con su piscina, que mezcla las burbujas del jacuzzi con la sensación de la marea, y sus masajistas, ofrece la relajación absoluta que uno espera en un crucero. Puede bastar con salir un rato a la terraza, en busca de un rayo de sol y de una tregua del viento, a leer un libro o, los menos frioleros, a pegarse un chapuzón a cielo abierto. Como dice Ray Rouse, suele hacer 30 grados, '15 por la mañana y 15 por la tarde'. Los alemanes y británicos, poblaciones mayoritarias en el barco, junto a los estadounidenses, no se asustan, pero el trayecto aleja a los europeos del sur, más amantes del calor caribeño o mediterráneo.
Es hora de buscar en la biblioteca, con títulos en varios idiomas -incluido el español- una novela de Agatha Christie y un caso de Poirot, un asesinato en un crucero, por ejemplo. Un barco es un lugar idóneo para el crimen perfecto. Es muy fácil tirar a alguien por la borda sin dejar huellas, o matar en la escondida sala Churchill, diseñada para los amantes de los puros. Las sugerencias del público se amontonan durante la conferencia de Peter Guttridge, periodista y escritor especializado en género negro, que es uno de los invitados esta semana. El tema, 'crimen en alta mar'. El sentido británico del humor va más allá: otro de los conferenciantes es un medioambientalista experto en huracanes.
Parece un desafío a los dioses botar un gigante así. El Queen Mary 2 está preparado para grandes olas, y su sistema de estabilización previene los mareos en buena medida, pero a veces hay que reordenar las actuaciones para evitar traspiés de los bailarines, y eso que el teatro está construido en el centro del barco, la zona más estable. Si es necesario, el barco cambia de recorrido o de puerto.
Normalmente está puesto el programa automático, explica el comodoro, Bernard Warner, aunque los frecuentes días de neblina exigen la máxima atención de los tripulantes. Al Titanic le habría venido bien un radar como el del QM2, así como su sistema de puertas estancas para prevenir hundimientos. El barco puede hasta navegar a través del hielo si se lo toma con calma.
Llega el final. Los pasajeros se levantan de madrugada, atentos al paso bajo el puente Verrazano, a la entrada de la bahía de Nueva York. Observan de nuevo el milagro de que la chimenea del barco pase a solo unos cuatro metros de la base del puente. Amanece en Manhattan.
Claves Guía para preparar un crucero
El barco pesa 150.000 toneladas, mide 345 metros de eslora (largo) y 41 metros de manga (ancho). Su velocidad media es de 43 kilómetros por hora. Tiene 15 cubiertas (plantas) y 22 ascensores. Hay que andar bastante para ir de un extremo a otro del barco, pero está adaptado para pasajeros con problemas de movilidad.La seguridad se vigila con mucha atención. Hay un simulacro de emergencia antes de zarpar. El servicio médico está registrado en el Reino Unido y conviene adquirir un seguro de viaje. No suelen darse casos de mareos. En los restaurantes no se puede fumar.El código de vestimenta recomienda los trajes y el esmoquin en las cenas formales, y en caso necesario se puede alquilar o comprar en las tiendas del barco.El nivel del hotel es de cinco estrellas. Al tratarse de un barco joven, con sólo 5 años, no hay muchas quejas, como explica el ama de llaves, Andrea Kaiser. 'El sistema de aguas es muy complejo, los barcos viejos empiezan a dar problemas'.El Queen Mary 2 es el barco bandera de Cunard (www.unmundodecruceros.com), algo así como el que capitanea la flota. También hace cruceros por el Mar del Norte y el Mediterráneo, y el año que viene dará la vuelta al mundo. Barcos de otras compañías, como el Freedom of the Seas, de Royal Caribbean International, también realizan el trayecto transatlántico.Los precios varían entre los 1.000 euros por persona de un camarote interior hasta los 16.200 de un Grand Duplex. Entre medias, camarotes con ventana por 1.200 euros y con balcón por 1.800. Según la categoría las tarifas dan acceso a unos restaurantes o a otros.
El comodoro y Carmen Electra
La actriz Carmen Electra estuvo a punto de provocar un accidente en el mar. El oficial de navío Bernard Warner viajaba a Alaska con los actores de Los vigilantes de la playa a bordo, cuando Electra salió a cubierta atrayendo la atención de la tripulación, que se despistó hasta tal punto que tardó en darse cuenta de la llegada de un casquete de hielo.Warner lleva 42 años de carrera naval, los tres últimos al frente del Queen Mary 2, donde tiene el cargo de comodoro, superior al de capitán, aunque ambos pueden dirigir un barco. Es lo que siempre soñó ser. Uno de sus mejores recuerdos es un eclipse total de sol. 'Empezó a llover y maniobramos hasta encontrar el hueco para verlo'.El barco está lleno de veteranos en la mar. El director artístico, Ray Rouse, empezó en 1973 como bailarín en los barcos de Cunard, y luego trabajó para otras compañías. En 2003 empezó en el Queen Mary 2, donde se encarga de dirigir a 125 trabajadores, entre artistas y técnicos, y diseñar el plan de actividades.'Hay muchos cruceros, pero cada uno es distinto', explica feliz. 'Este es único, está hecho para cruzar el Atlántico'.