Si no es un 'credit crunch', se le parece
En los países en crisis, con una caída de los precios de la vivienda y fuertes desequilibrios comerciales, la desaceleración crea un círculo vicioso que alimenta la tasa de impagados y afecta a la actividad bancaria.
En España, sí se siente una restricción crediticia mayor de la que la Comisión Europea sugiere.
Probablemente somos una incómoda excepción, dado que las vías de ajuste clásicas son dolorosas socialmente. Somos parte del euro y queda poco por hacer: a medio plazo, esperar un ajuste rápido con caídas reales de salarios y/o destrucción de empleo. A largo plazo, mejorar el modelo de crecimiento y la dinámica de productividad-competitividad.
Por otra parte, hay que observar que algunos de los mercados clave que alimentan la certidumbre financiera no están funcionando de forma normal: el mercado interbancario es hoy una máquina atascada en comparación con lo que era hace 15 meses. Al menos, la decidida actuación del BCE (y otros) asegurando liquidez ha conseguido estabilizar una situación que dista de ser plácida.
No es tan fácil acceder al crédito, la banca no fía tan sencillamente. Menos cuando tiene la casa sin barrer.
A nivel mundial, los 360.000 millones de euros de pérdidas asociadas a los eventos financieros no son probablemente ni la mitad de lo que el mercado estima. Frente a esas pérdidas, se ha levantado capital por importe de aproximadamente 250.000 millones.
Si esto en su conjunto no es un credit crunch, se le parece mucho: falta de liquidez, falta de confianza, acceso a los recursos más compleja