Una central nuclear que no ha generado ni un solo vatio
Filipinas construyó una planta en 1976 para cubrir la fuerte demanda energética, pero no llegó a usarse
Filipinas presume de tener la primera central nuclear del sudeste asiático, pero es considerada la más cara del mundo porque nunca llegó a entrar en funcionamiento y, casi tres décadas después, no ha producido un solo vatio de energía. Hoy en día, sus polvorientas y vetustas instalaciones, plagadas de desperfectos por el desuso, como goteras y tuberías oxidadas, dan a la central un aspecto fantasmagórico.
Pese a la enorme demanda energética de un país sin recursos propios y que está sufriendo más que otros la crisis por el alza de los precios del crudo, las autoridades siguen sin ponerse de acuerdo en cómo relanzar un proyecto que ha demostrado ser una ruina para Filipinas.
En 1973, el régimen del dictador Ferdinand Marcos recurrió a la energía atómica para contrarrestar los efectos de la crisis del petróleo y encargó a la estadounidense Westinghouse la construcción de una central en la provincia de Bataan, unos cien kilómetros al norte de Manila. Los planes eran dotar al reactor de agua ligera para generar 621 megavatios anuales de energía eléctrica.
La única iniciativa que está cerca de materializarse es la venta del terreno a una empresa surcoreana que quiere construir allí un casino
Las obras comenzaron en 1976 y concluyeron en 1984, aunque estuvieron suspendidas durante dos años, después de que en 1979 una investigación oficial revelara más de 4.000 fallos en el panel de control central y otros sistemas. Westinghouse tuvo que reemplazarlos por modelos más modernos, pues la mayoría databan de principios de los años setenta, y el coste total se elevó por encima de los 2.300 millones de dólares.
Marcos fue derrocado en 1986 y su sucesora, Corazón Aquino, decidió clausurar la planta por temor a que su emplazamiento en una zona propensa a los terremotos y cercana al volcán Pinatubo pudiera provocar en Filipinas un nuevo desastre como el que ocurrió aquel año en la ciudad soviética de Chernóbil.
La clausura fue recibida con júbilo por los ecologistas y residentes de Bataan, muchos de los cuales se plantean si quizá fue un error cada vez que van a repostar una gasolina cada vez más cara. La única iniciativa que está cerca de materializarse es la venta de parte de los terrenos a una compañía surcoreana, que desea construir allí un casino.
El Gobierno filipino anunció en 2007 el pago del último plazo de la deuda que mantenía con Westinghouse, cuyos intereses ascendían a más de 150.000 dólares al día, una sangría para las exiguas arcas del Estado.
Desde entonces, expertos estadounidenses y del Organismo Internacional de la Energía Atómica han visitado las instalaciones para estudiar la viabilidad del obsoleto reactor.
Birmania (Myanmar), Indonesia, Malasia, Tailandia y Vietnam aseguran que han aprendido del fracaso de Filipinas y anunciaron que tendrán bien presente este ejemplo cuando acometan sus proyectos para el desarrollo doméstico de energía nuclear.
Algo parecido sucedió en España, donde el Gobierno paralizó la puesta en marcha de la central Lemóniz II de Iberdrola, dado el cambio de Gobierno en 1982. A la central, que hoy sigue inerte, sólo le falta cargarse de combustible. Ahora, con los fallos en Ascó y Vandellós II, muchos se plantean cuál es el camino a seguir.