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No están todas las medidas necesarias

El Gobierno, con su presidente José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza, está embarcado en la tarea de transmitir la idea de que trabaja con denuedo para atajar la crisis. Su objetivo es devolver la confianza a los agentes económicos, perdida por la inexplicable pasividad de una Administración que había confiado demasiado en que el cambio de tendencia de la economía se limitaría a un pequeño bache. Para ello, el pasado jueves, y con un protagonismo hasta ahora desconocido del presidente, el Consejo de Ministros repasó todas las iniciativas de los últimos meses, y cerró un calendario de reformas a medio plazo, aunque sin poner sobre la mesa nada que los españoles no conociesen ya.

Los empresarios que toman decisiones cada día sobre cómo encarar la gestión de sus negocios en un escenario de deprimente parálisis financiera, preocupante caída vertical de todas las variables de la demanda interna y amenazas cada vez más ciertas de una crisis de dimensión mundial, no han ocultado la crítica a la pasividad y falta de liderazgo del Gobierno. Consideran que ha optado por la 'estrategia del paraguas', para cobijarse mientras pasa el chaparrón. Pero ayer José Luis Rodríguez Zapatero dio un golpe de autoridad, desplazando incluso al director de su política económica, y presentándose ante los ciudadanos, a los que volvió a pedir confianza y complicidad, como el garante de que España saldrá de ésta y lo hará de manera fortalecida. Su comparecencia pública vuelve a rebosar un optimismo más propio del desinformado que del único informado. Además, aprovechó los malos datos de actividad de las economías de la zona euro para seguir considerando que España sigue siendo una economía privilegiada.

Si hace unas semanas se ha confirmado que la industria ha entrado en recesión, pinchándose una de las ruedas que iban a movilizar el crecimiento cuando se agotase el motor de la construcción residencial, el jueves se pinchó otra lancha de salvamento, cual era la demanda externa. Francia, Alemania, Italia y Holanda atraviesen por parecidos problemas, aunque España haya logrado esquivar en el segundo trimestre el estancamiento.

Quienes defienden que la solución a la crisis es sencilla y está exclusivamente en manos del Gobierno, no hacen un análisis correcto. La dureza de la situación exige algo más que la iniciativa gubernamental. Pero el consenso tendrá que venir cuando haya que cerrar el presupuesto con escasez de recursos. Para el corto plazo Zapatero promete 53 medidas económicas que contribuirán a salir de la crisis más deprisa y con mayor fortaleza. Corresponde al Gobierno ponerlas en marcha, y hace lo que debe cuando acelera la máquina de los cambios normativos para que todo esté en vigor el primero de enero de 2009. Pero debe empezar a mirar más allá, en el largo plazo, en las reformas estructurales primordiales para que el modelo productivo pueda subsistir, por fin, sin la construcción. Reforma del mercado del trabajo, flexibilización en la generación y distribución de bienes y servicios, determinar el modelo energético que garantice una generación de calidad y asequible, un sistema educativo eficiente o unidad de mercado. Reformas que no están y son más necesarias.

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