Butacas de autor para un mundo globalizado
Especialidad Figueras ha instalado 7,5 millones de asientos en cines, auditorios y otros espacios de 130 países. El fabricante catalán equipó hace poco la sala de prensa de la Casa Blanca
José Figueras soñó en convertirse en el mejor butaquero del mundo hace 39 años. Constituyó en 1969 Industrias Figueras a partir de la herencia de su padre, Martín, que fundó el primer negocio familiar de elaboración de butacas para cines en 1929. Toda una estirpe, que ya se refleja en la tercera generación. Con el paso del tiempo, y con las cifras alcanzadas, parece que el objetivo se ha conseguido. La compañía ha instalado un total de 7,5 millones de asientos en 130 países, contando con 37.000 referencias globales.
Este bagaje ha servido para que la actual Figueras International Seating se haya convertido en un referente mundial. Pero sin perder los orígenes, anclados en la fábrica de Lliçà d'Amunt (Barcelona). La compañía ha crecido en los alrededores, con el almacén logístico de Canovelles y el centro de diseño de La Garriga. 'A los ingenieros y los diseñadores no les gusta que se les moleste, por eso instalamos un centro de I+D segregado de la factoría', asegura la directora de marketing, Eva Blanco. La internacionalización de la compañía no ha supuesto la instalación de fábricas en los cinco continentes. 'Si nuestro principal objetivo fuera trabajar en serie, ya tendríamos factorías en varios países emergentes', argumenta Blanco. Toda la producción se concentra en la factoría española, que cuenta con una plantilla de 180 personas. 'Además, en China hemos contado hasta 14 copias diferentes de nuestros productos', destaca la responsable de marketing. Estas copias no tienen la misma calidad que los productos Figueras, que incorporan una banda ignífuga que impide que en caso de incendio se queme la espuma del asiento.
La compañía se ha centrado en el trabajo a medida, en lo que al presidente le gusta definir como butacas de autor. Es en este punto donde entra la estrecha relación con los arquitectos y diseñadores, que son realmente los clientes, los prescriptores de los asientos y las sillas para la sala de cine, el teatro, o el polideportivo.
Figueras ha equipado la sala de prensa de la Casa Blanca (Estados Unidos) con el modelo Flame, conjuntamente con la firma de arquitectura RTKL y el diseñador Filipe Oliveira. Es uno de los últimos pedidos más mediáticos, pero hay más. La compañía ha instalado un total de 1.500 localidades en dos salas en el Teatro Auditorio San Lorenzo de El Escorial, ha recuperado una antigua iglesia para convertirla en el centro de congresos de Portoalegre (Portugal) y ha instalado el auditorio de la sede central de Fortis Bank en Bruselas (Bélgica). También en Santo Domingo (República Dominicana) ha colocado las 1.058 plazas del aula magna de la universidad local o, volviendo más cerca, se ha encargado de la nueva sala Esade Fórum para esta escuela de negocios en Barcelona.
Además, la tecnología de Figueras ha buscado soluciones para la escasez y la carestía de los espacios. El cine de un ayuntamiento pequeño podrá transformar la sala para convertirla en una discoteca o para practicar deportes, ya que Figueras ha desarrollado sistemas por los que las butacas se esconden en el escenario, en el suelo o incluso en la pared. Este es el caso del auditorio de San Patrignano en Rimini (Italia), que permite convertir la sala de 806 butacas en un espacio diáfano.
Dos años para lanzar un producto
Una horquilla de precios por butaca de 200 euros hasta los 3.000. 'Tenemos una gran variedad de productos, porque la demanda también es variada. Por ejemplo, hemos instalado butacas en salas de cine vips en Rusia en las que la entrada cuesta 40 euros. Esto quiere decir que el producto debe tener una calidad', destaca Eva Blanco sentada precisamente en la muestra que se observa a pie de página.En cualquier caso, hay productos que tardan dos años en lanzarse al mercado. 'Hay que cuidar todos los aspectos, desde la ergonomía hasta la aceptación potencial en el mercado', indica Blanco. Incluso la sonoridad, porque una butaca debe tener el mismo nivel de sonoridad esté ocupada o no.La compañía ha desarrollado una relación tan estrecha con los arquitectos que incluso ha puesto el nombre de uno de ellos, Antoni Bonamusa, a su última creación. Se trata justamente del sillón Bonamusa (sobre estas líneas), indicado para espacios polivalentes. 'Hemos querido hacer un homenaje al arquitecto que colaboró tanto tiempo con nosotros', destaca Eva Blanco.