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Cinco Sentidos

Viajar en avión... una aventura para profesionales intrépidos

Masificación, retrasos, maletas perdidas y un trato distante castigan a los directivos obligados a viajar.

Jesús Mardomingo es abogado y socio de la firma Cuatrecasas. Experto en derecho bancario, su vida transcurre a caballo entre su despacho de Madrid y un puñado de ciudades europeas. En vacaciones aprovecha para volar lejos. Este ir y venir es una constante en su vida. Sabe lo que es perder un avión, utilizar un retraso imprevisto en el aeropuerto de Lisboa para ganar un nuevo cliente y comer un plato precocinado firmado por un cocinero de postín. 'Si puedo, evito el catering. Sólo merece la pena el desayuno de Iberia, que es muy superior al que yo suelo preparar en mi casa'.

Sus viajes están llenos de anécdotas. Una de ellas la compartió hace un par de años con Pedro Almodóvar y su troupe. Mardomingo viajaba a San Sebastián por motivos de trabajo y el cineasta volaba al Festival Internacional de Cine. El avión iba lleno, como tantas otras veces, y los cineastas, tal vez hartos de perder sus baúles por medio mundo, subieron a la aeronave con todas sus galas guardadas en pequeñas maletas. 'Nadie era capaz de poner orden con tanto trasto. Aquello parecía el camarote de los hermanos Marx, por no caber, no cabía ni el tupé de Almodóvar', cuenta divertido Mardomingo.

El low cost, los atentados terroristas, la globalización y el precio del crudo han convertido los aeropuertos, y muchas veces los aviones, en un hervidero de turistas y de profesionales de ida y vuelta. El resultado: masificación, retrasos y un servicio ciertamente devaluado. 'El trato exquisito de antaño ha desaparecido', se queja el doctor Jorge Planas, director de la clínica de medicina estética que lleva su nombre. 'Las diferencias son cada vez menores. Empresas relativamente jóvenes como Air Europa son hoy patrones de referencia para compañías históricas', insiste. '¿La comida? Nunca utilizo el catering', responde lacónico el médico catalán, tras recordar que en más de una ocasión ha tenido que atender a un pasajero durante el vuelo.

'El vuelo se retrasaba porque faltaba un desayuno ¡y yo era el único pasajero de business!', dice Oosterum

Ni siquiera la clase business es lo que era. El director general de la farmacéutica Sanofi Aventis España, Evert van Oosterum, cuenta una anécdota: 'En cierta ocasión, con todo el pasaje embarcado y la tripulación en sus puestos, el avión seguía en tierra. Pasaba el tiempo y no despegaba. Y nadie nos daba una explicación. De pronto, se acercó una azafata y me preguntó: ¿le importaría no desayunar? ¡El vuelo se estaba retrasando porque faltaba un desayuno y yo era el único pasajero de business!

¿Cuántas veces una compañía aérea ha perdido su equipaje? 'Muchas', dice la diseñadora (y piloto privado) Sara Navarro, otra viajera atribulada. 'La última vez fue con Air France en un viaje a Houston. Debía permanecer seis días y pasé cinco sin maletas, sin informes médicos y sin documentos... La reclamación me ha llevado seis meses y todavía estoy esperando que me abonen una ridícula cantidad que no compensará ni el 10% de los gastos que tuvimos que sufragar mi acompañante y yo, sin contar los problemas ocasionados'. Navarro, que desde hace años viaja con su propia comida 'y una mascarilla para evitar la suciedad del aire acondicionado', es una de tantos profesionales que cambia el avión por el AVE siempre que la ocasión lo permite y, por supuesto, prefiere el jet privado a la aerolínea comercial.

Los retrasos son tan habituales en los últimos tiempos que hasta los presidentes de las compañías aéreas los han sufrido en alguna ocasión. A Fernando Conte, primer directivo de Iberia, varios profesionales le vieron hace un par de años deambulando junto al resto de los pasajeros en busca de un avión con destino a Londres que nadie encontraba en la T4. Cuando por fin encontraron la aeronave, todas las azafatas cuchicheaban: 'Que aprenda...' El piloto se disculpó varias veces e intentó recuperar el tiempo perdido, pero no habían terminado aquí las cuitas del pasaje. Al llegar a Londres, el finger no funcionaba. Una hora en el avión, y Conte sin pronunciar una sola palabra.

Pagar por gordo

Hoy en día, en un aeropuerto, puede pasar cualquier cosa, por ejemplo, que una compañía aérea decida pesar a sus clientes y cobrarles por kilo, como si de una maleta se tratara. No es una broma. Son las cosas que tiene el petróleo, que se dispara y dispara también las ideas de los altos directivos. Y ésta ya circula. Todo sea por reducir costes.¿Quién iba a decir a los turistas que un día alguien les obligaría a quitarse los zapatos, los tirantes o el cinturón antes de entrar en un avión? ¿O que un funcionario puntilloso iba a exigir a unos padres jóvenes e inexpertos que el carrito de paseo del niño desfilase por la cinta del escáner? Son hechos reales, y detrás de cada uno de ellos hay un sufrido pasajero.Como han padecido hasta ahora los clientes de low cost. La Consejería de Economía y Hacienda de Madrid acaba de abrir expediente informativo a varias aerolíneas. El Gobierno regional considera que esta práctica, cada vez más extendida, es ilícita, ya que el precio del billete incluye el transporte de las maletas. En España cobran por este concepto Ryanair, Easyjet, Vueling y Clickair.

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