Consejos ante la tormenta
Un familiar de quien esto escribe, asiduo a la autovía que conecta Madrid con el Norte de España, tiene una particular táctica para evitarse problemas a causa de las nevadas que, de vez en cuando, complican el tráfico en el puerto de Somosierra. 'Cuando hace mal tiempo, procuro no salir. Pero cuando en la radio dicen que no salga, es cuando salgo'.
Este comportamiento aparentemente irracional y que, seguramente con razón, sería objeto de la ira de los responsables de Tráfico, tiene una parte de lógica. La misma que dice que los cracs del mercado o son inesperados o, simplemente, no son. Los problemas provocados por la nieve sobre el tráfico rodado necesitan de dos ingredientes, una tormenta y coches en la carretera. Cuantos más coches, más probabilidad de choques o de encontrar vehículos cruzados, por una cuestión puramente estadística. Pero eso es algo que sólo sucede por sorpresa; nadie se dirige conscientemente al caos. Y, al contrario, cuando el colapso es un hecho conocido y transmitido al público, se han puesto en marcha los resortes para paliarlo -máquinas quitanieves- y los automóviles dejan de salir.
En términos bursátiles, se podría aplicar la analogía a las crisis del parqué y su relación con las recesiones: cuando todo el mundo está confiado llega el primer susto y genera víctimas por doquier. Cuando el pánico se generaliza, las autoridades -los bancos centrales- ya toman medidas, y ese punto álgido del pesimismo es el mejor momento para entrar.
Quizá este verano no sea el mejor momento para recordar esta incívica metáfora, pues la tormenta es de aúpa y sus efectos demoledores. Y, como tantas otras estrategias, tiene trampa: si funcionase tan bien y todo el mundo la aplicase dejaría de funcionar. Pero, en fin, en etapas en las que todas las noticias, todas, son negativas conviene tener en cuenta que nada es para siempre y que, aunque hoy es pronto, prontísimo, para hacerlo, llegará el día en que sea conveniente desoír la recomendación generalizada.