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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los últimos de Filipinas

Hace unos cuantos meses, cuando nadie sabía lo que era una hipoteca subprime, algunos economistas señalaban, con gran acierto, que lo mejor que le podría pasar a la economía española era una severa corrección del precio de la vivienda. Una bajada de precios en toda regla que purgase lo más rápido posible los excesos y, a riesgo de llevarse por delante a promotores envalentonados o compradores de pisos compulsivos, afectase en la menor medida posible a la actividad constructora: Si el precio baja se siguen vendiendo pisos -demanda hay, aunque casas vacías también- y el stock de viviendas sin vender se coloca rápido, de modo que el efecto sobre el empleo de los proyectos no iniciados se limita en gran medida. Era el escenario V. El escenario U era el contrario: no bajan de precio las casas y el ajuste se produce sólo vía actividad. Se acumulan viviendas vacías y se dejan de iniciar, lo que provoca un mayor aumento del desempleo y una crisis más larga.

Estos escenarios con contaban con la crisis financiera, que ha restringido el crédito a particulares y empresas y ha agravado mucho un parón económico que tenía que llegar de todos modos. Y lo más sorprendente de todo es que, un factor que debería acelerar los acontecimientos sólo lo ha hecho en la parte mala: el consumo y el empleo, pero no en el acceso a la vivienda. La crisis económica ha sorprendido a todos los expertos por su virulencia y velocidad de infección. Pero el mercado inmobiliario, uno de los dos ejes sobre los que pivota la crisis, se mueve demasiado despacio, y el vendedor, como los últimos de Filipinas, se resiste a bajar precios. Cuanto más tiempo se enquiste esta situación, con precios fuera de mercado y nula actividad en promoción y venta, más dolorosa será.

El otro eje de la crisis, el financiero, no pinta mucho mejor. Al igual que en el ladrillo, el desaguisado provocado por celebrar las burbujas como fuente inagotable de riqueza ha sido de órdago. Que las autoridades estadounidenses planteen ahora medidas para combatir los efectos dañinos de la especulación suena o bien a mala conciencia o bien a una forma de ganar tiempo: el dragón de los mercados es demasiado poderoso como para encerrarle en un cercado de un día para otro. Al contrario, han sido éstos quienes, de la noche a la mañana, secaron de liquidez el sistema bancario y desataron una crisis financiera histórica.

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