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Ciudades del mundo

Estambul

Miles de minaretes apuntan al cielo en Estambul en una estampa que rompe con el paisaje urbano de esta exótica ciudad, salpicada de agua por los cuatro costados.

Estambul
Estambul

La Daga de Topkapi es una de las piezas más valiosas del Tesoro que alberga el palacio otomano del mismo nombre. De esta joya del siglo XVIII seducen a primera vista las tres esmeraldas de gran tamaño que luce en su empuñadura, un señuelo que inspiró Topkapi, un clásico de la década de los sesenta en el que la actriz griega Melina Mercouri quedaba embaucada por esta reliquia y orquestaba un ambicioso plan para su robo. Surcando los tejados de este grandioso complejo arquitectónico que fue residencia de los sultanes durante más de 400 años y que está ubicado en la confluencia del Cuerno de Oro, el Bósforo y el mar Mármara, los oscarizados Peter Ustinov y Maximilian Schell protagonizan uno de los golpes truncados más famosos de la historia.

Pero el Palacio de Topkapi no sólo esconde un magnífico tesoro, compuesto por infinidad de objetos decorados con piedras preciosas y semipreciosas que integraban el ajuar de los sultanes y visires, y que es objeto de deseo de cualquier ladrón de guante blanco. Entre sus pabellones, arropados por numerosos jardines, se encuentra el harén, la zona prohibida reservada en exclusiva a la madre, esposas, concubinas e hijos del sultán y custodiada por eunucos y esclavos. Adentrarse en las estancias que de este pabellón privado permanecen en la actualidad abiertas al público permite hacerse una idea del lujo, esplendor y costumbres de aquella época.

La antigua Constantinopla, referencia de la cristiandad durante más de 1.000 años, convive en absoluta armonía con todos los vestigios de su pasado. Flanqueando la plaza de Sultanahmet, los dos monumentos más representativos de Estambul se miran de frente, de igual a igual, aunque al mismo tiempo se desafían en belleza. Son Haghia Sofia, la iglesia de la sagrada sabiduría, y la Mezquita Azul. Conforman una perfecta sintonía. La Mezquita Azul, cuyo nombre responde a los azulejos de este color que decoran su interior, seduce al visitante por fuera por sus minaretes que apuntan al cielo como lanzas, mientras que Santa Sofía no deja indiferente a nadie por dentro. Símbolo de la época bizantina, con espléndidos mosaicos como el que representa a Cristo junto al emperador Constantino IX y su esposa Zoé o su impresionante cúpula de 56 metros de altura, fue convertida en mezquita en el siglo XV tras la invasión de los otomanos. De este periodo datan los alminares o los signos del Corán que decoran parte de su estructura.

La Mezquita Azul seduce por fuera y Santa Sofía por su interior, el máximo exponente de la mezcla de culturas en Estambul

Y, entre estos dos colosos artísticos, escondida y desconcertante, aparece sumergida la Cisterna de la Basílica, una obra subterránea que abastecía de agua al Gran Palacio durante el reinado de Justiniano. En esta cisterna bizantina hay 336 columnas de más de ocho metros de altura, aunque en la actualidad sólo se puede visitar un tercio de la obra original.

La Mezquita Azul constituye el símbolo por antonomasia de Estambul, pero la auténtica magia de esta ciudad, que se reparte entre Oriente y Occidente, son los centenares de mezquitas que salpican sus calles y rompen con el bullicio cinco veces al día, momentos en los que se produce la llamada a la oración. La ciudad se queda muda y entra en un éxtasis que evoca a la danza de los derviches, místicos del islam de la tradición sufí que buscan alcanzar el trance a través de repetidos giros sobre el mismo punto para llegar a una unión con la divinidad.

Uno de los centros de culto musulmán más deslumbrantes de Estambul es Süleymaniye, en el barrio del Bazar, a cuyo alrededor se agolpan los edificios de las facultades más importantes del país. Süleymaniye acoge el sepulcro de su fundador, Solimán el Magnífico, y su interior sobrecoge aún más por su belleza que el de la Mezquita Azul. En estos momentos, sin embargo, se encuentra en fase de restauración, por lo que los visitantes sólo pueden acceder a una pequeña parte de la mezquita, que ha quedado abierta para la oración.

Bulliciosa, vital y acogedora, Estambul es una ciudad que engancha al viajero; un destino al que no importa volver. Enclave comercial estratégico durante siglos, está salpicada de agua por los cuatro costados. El estrecho del Bósforo, que marca la distancia entre la orilla europea de la asiática, es el punto de unión entre el mar Negro y el mar Mármara. Con una longitud de 33 kilómetros, alberga a ambos lados palacios, mezquitas, algunos de los hoteles más lujosos de la ciudad y las yalis, elegantes villas que en muchos casos cuentan con acceso directo a las playas o a embarcaderos privados.

Desde el puerto de Eminönü, parten varios transbordadores al día que realizan paradas tanto en la parte europea como en la asiática. Pero otra opción es alquilar un pequeño barco para realizar una excursión a medida o apuntarse a algunos de los tours que organizan la mayoría de los hoteles.

En la parte asiática, un descanso obligado es la población de Kanlica, que presume de elaborar el mejor yogur del país. La última escala del recorrido, también en la zona oriental, es Anadolu Kavagi, donde se puede disfrutar de unas espléndidas vistas del Bósforo desde el castillo bizantino en ruinas del siglo XIV ubicado en una pequeña colina de este pueblo pesquero. Al igual que Beykoz, Anadolu Kavagi, está plagado de restaurantes en los que se puede degustar una amplia variedad de pescados.

Estambul no sólo es una amalgama de culturas; es también una mezcla de olores, sabores y sensaciones. Perderse por las más de 4.000 tiendas del Gran Bazar, repartidas por un auténtico laberinto de calles, y regatear con los incansables vendedores de alfombras y kilims que ya se defienden en varios idiomas; disfrutar del colorido del Bazar de las Especias; sentarse en una terraza a tomar un té para combatir el calor; fumarse un narguile (la típica pipa de agua) o acudir a un baño turco o hamam (los más antiguos son los de ãemberlitas y Cagaloglu, en el barrio antiguo) son algunos de los placeres de los que se puede disfrutar en esta ciudad.

El ritmo agitado de Estambul se prolonga hasta bien entrada la noche. La oferta de restaurantes (como el de la Torre Gálata que ofrece unas maravillosas vistas o cualquiera de los hoteles de lujo que recorren la orilla europea del Bósforo) y clubes nocturnos no tiene nada que envidiar a muchas ciudades europeas. Los alrededores de la Plaza de Taksim cuentan con multitud de pubs, pero para los más trasnochadores y que quieran codearse como lo más granado de la sociedad turca tienen que frecuentar alguna de las discotecas del barrio de Besiktas, donde la más exclusiva de la zona es Reina.

Guía práctica

Cómo irIberia cuenta con varios vuelos directos y diarios desde Madrid y Barcelona, así como la compañía aérea turca, Turkis Airlines. La duración del vuelo desde Madrid a Estambul es algo inferior a las cuatro horas. Los ciudadanos de la Unión Europea pueden viajar sin visado, pero tienen que pagar unas tasas de 10 euros en el aeropuerto.Cuándo irLa época más apropiada para visitar Estambul es la primavera, ya que la ciudad está sometida a temperaturas extremas el resto del año. En los meses de julio y agosto, las temperaturas llegan a resultar agobiantes, debido al alto grado de humedad.Dónde dormirCiragan Palace Kempinski Situado en la orilla europea del Bósforo, en el exclusivo barrio de Besiktas, esta antigua residencia de los últimos sultanes otomanos es uno de los hoteles más lujosos de la ciudad. Frecuentado por jefes de Estado, el precio del alojamiento para dos personas oscila entre los 500 euros y los 35.000 euros de la suite del sultán. Cuenta con 313 habitaciones y 31 suites.Four Season Esta prestigiosa cadena internacional cuenta con dos hoteles en la ciudad. Uno de ellos (en la foto) está a escasos metros de la Mezquita Azul y Santa Sofía, en pleno barrio de Sultanahmet. Se trata de una antigua prisión para escritores disidentes que ha sido restaurado al más puro estilo neoclásico. El precio ronda los 650 euros.Dónde comerCon la primavera, Estambul se plaga de terrazas, en las que el viajero puede degustar cualquiera de las especialidades locales a precios asequibles. No se marchen sin probar las delicias turcas, uno de los dulces más populares.

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