El personal de seguridad le acompaña a la calle
Me comentan desde Londres que es práctica habitual en la City realizar los despidos de la siguiente manera: se llama por teléfono al trabajador y se le cita en el despacho del jefe de personal. Se le entrega la carta de despido y en ese mismo instante el personal de seguridad acompaña al despedido a la calle, sin darle tiempo siquiera a pasar por su mesa a recoger sus cosas.
Así de frío, de despiadado y de humillante. El objetivo de este protocolo es evitar que el trabajador, personal hasta el momento de un banco de inversión, tenga tiempo para llevarse información privilegiada o sobre clientes de la entidad.
Y me comentan que las cosas, por esos lares, están realmente mal. Que el financiero que pierde el trabajo lo tiene difícil para recolocarse, al menos en este sector, que funciona como un globo que se hincha en los ciclos financieros expansivos y se deshincha cuando las cosas se ponen feas.
También es práctica habitual entre la banca de inversión firmar cartas de recomendación para aquellos que han sido despedidos por haber cometido errores graves o irregularidades. Al fin y al cabo, lo que menos quiere la entidad es que la imagen de la compañía se vea dañada por que las malas prácticas salen a la luz.
'Es cierto que aquí se paga muy bien, pero no se hacen contratos indefinidos', me comenta mi colega londinense. 'Y si se hacen, en la práctica no responden a ese carácter'.
Así que los financieros, los analistas, los banqueros de inversión trabajan para entidades que más parecen gallineros industriales que lugares donde se fomenta y cuida el talento. Y uno se puede dejar los cuernos durante años creando riqueza para su empresa, que da lo mismo, si el globo pesa más de lo debido se suelta lastre, se llama al personal de seguridad y se le acompaña amablemente a la puerta: 'no se moleste en acudir mañana a la oficina'.
En este ambiente de trabajo, que más parece la selva que uno de los principales centros financieros del mundo, no debería extrañar que salgan a la luz casos de trabajadores que arriesgan más de lo debido, que se toman demasiadas libertades al calificar tal o cual emisión o que incluso acaban incurriendo en prácticas delictivas.
Esto no deja de ser un sálvese quien pueda y un meter el codo en el ojo del compañero. Todo por no ser el siguiente al que acompañen los guardias de seguridad a la puerta.