Un particular modelo de empresa
Ni el ICO quiso poner los 150 millones de marras ni los accionistas acudir a una ampliación de capital para pagar las nóminas y el cemento ni la banca quiso renegociar lo que ya había renegociado hace pocos meses. Martinsa-Fadesa pidió anoche el procedimiento concursal.
La nota enviada a la CNMV deja frío a cualquier lector con una pizca de sentido común. La empresa dice tener un patrimonio de 10.000 millones, pero no cifra la deuda que, aunque no lo parezca, es el motivo de la suspensión de pagos. Y señala que como no vende casas no puede ni cubrir gastos ni pagar al banco. Y que el banco no quiere refinanciar la deuda, algo que en este contexto debería ser poco sorprendente. Y que, en consecuencia, tiene que poner en la calle a 1.000 personas. Y lo explica como si los factores que han desatado el procedimiento concursal fuesen sobrevenidos, una concatenación de fatalidades.
No se venden casas, pero desde hace muchos meses. Al menos nueve. El mercado crediticio está agotado, desde hace un año. Y Martinsa, con sus 10.000 millones de patrimonio, 6.600 de ellos en suelo, no ha efectuado ni una sola venta de activos. A pesar de que en el primer trimestre la carga de la deuda, 92,8 millones, supuso el 72,5% de los ingresos. Pero no ha vendido activos. Ni siquiera ha planteado una operación de este tipo para aligerar la deuda. El mercado inmobiliario está en clara recesión, y la venta de activos no es un plato de gusto, pero no porque sea imposible, sino porque es el comprador quien tiene la sartén por el mango.
No sólo son las 1.000 personas que se quedan en la calle. Son los miles de proveedores que dejarán de cobrar de Martinsa-Fadesa, y el daño infringido a la confianza en la economía.
Y todo porque una gran empresa, una de las mayores inmobiliarias de Europa, ha preferido quebrar antes que bajar el precio de sus activos.