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Estilo de vida

Joyas para hombres sin complejos

Talleres y grandes firmas ya piensan en masculino a la hora de diseñar sus nuevas colecciones

Piénselo unos segundos. ¿Le parece menos masculino David Beckham por llevar pendientes de brillantes? ¿O Enrique Iglesias por colgarse perlas negras al cuello? Afirmar que los diamantes son los mejores amigos de las chicas, como cantaba Marilyn Monroe en la película Los caballeros las prefieren rubias (1953), no responde a este siglo. Hoy, como en la Antigüedad, las joyas también son para el hombre.

La historia de la joyería masculina es tan antigua como la de los metales y las piedras preciosas. Aún así, el sector considera que tiene una deuda con la moda de hombre. 'Por la estructura clásica y conservadora de este negocio', aduce Juan Carlos Núñez, director de Gestión de Joyeros Kimber. Su línea de hombre es la niña bonita de esta firma madrileña, que el año pasado tuvo una producción de 7.000 piezas. Pese a que a su fundador, Ángel Núñez, a sus 83 años le cuesta asimilar los tintes modernos de un negocio que fraguó desde una buhardilla de la calle Mayor.

Y es que vestir joyas es hoy día lo más in en hombre. Desde que las primeras marcas de lujo apostaran por el público masculino hace una década, un sinfín de casas de precio medio les han ido a la zaga. Esa proliferación ha democratizado la joyería masculina abriendo el abanico de precios a todos los bolsillos. Desde los 170.000 euros de algunas de las piezas de la colección Burning Rocks de De Beers hasta los 60 de media a que vende Tous. Tras décadas sin poder lucir otra cosa que esclavas, tresillos (alianza con tres diamantes) o sellos por considerar que ir más allá resultaba afeminado, 'los hombres están demostrando gran interés por nuevas propuestas como brazaletes, cadenas, anillos y pendientes', enumera Juan Carlos Núñez. La joyería masculina ha tomado velocidad de crucero. Y viene para quedarse.

Existen piezas para todo tipo de bolsillos, de 170.000 euros y de menos de 60

Del taller a la vanguardia, en familia

Corrían los años 30. España se abocaba a una guerra civil, pero a sus gentes les seguía animando regalarse joyas. En esa época, los diseños buscaban las líneas rotundas, los trazos amplios y las evocaciones a la naturaleza. æpermil;se era el tipo de piezas que vendía el abuelo de los Núñez. æpermil;se era también el producto que aprendió a fabricar, de manera autodictada, su padre. Con 83 años, Ángel Núñez -que fraguó una empresa desde un pequeño taller en Madrid, recorrió el mundo en busca de las mejores materias primas y llegó a asociarse con un inglés al pie de las minas de Kimberly (Sudáfrica) para crear Kimber- le cuesta comprender el espíritu moderno del negocio de hoy. Y es que la joyería ha evolucionado a gran velocidad. Y los diseños de esta casa madrileña -con talleres en Madrid, Bilbao y Amberes (Bélgica)- no se han quedado atrás. Desde los 90, cuando los tres hermanos tomaron sus riendas, esta empresa ha experimentado, según sus palabras, 'una revolución en todas las gamas de productos'. Pendientes de comercializar un lápiz de memoria en oro blanco (2.000 euros), mantienen en pruebas un cordón de piedras preciosas del que colgar el móvil. En cartera tienen otros proyectos, 'pero mejor callar', dicen, 'para no tentar a la competencia'.

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