'Cuanto mayor es la responsabilidad, más necesaria es la cultura'
Giuseppe Silvestroni (Nápoles, 1964) estudió Derecho y Ciencias Económicas en Italia y aterrizó en España en los años 90 con la intención de pasar 'una larga temporada'. Se quedó y está encantado. Formó una familia y hoy es miembro del staff del grupo Telecinco. Silvestroni fue uno de los directivos a los que Giuseppe Tringali enroló para cursar en el Instituto de Empresa el máster Alta Dirección de Humanidades. Este ejecutivo italiano, que estos días lee La maleta de mi padre, de Orhan Pamuk, considera la experiencia 'imprescindible para cualquier hombre de empresa'.
¿Necesitaban los directivos de Telecinco y Publiespaña un curso como éste?
El mundo de la empresa es un entorno muy dinámico y cambiante, pero a veces demasiado técnico. La responsabilidad nos obliga a afinar en la especialización, pero también es necesario tener una visión global, y reflexiva, sobre lo que ocurre en el mundo que nos rodea. Un libro, una exposición de arte, una conferencia sobre la historia del siglo XIX son experiencias necesarias para enriquecernos como personas y desempeñar con rigor nuestro trabajo. Cuanto mayor es nuestra responsabilidad, más necesaria es la cultura. Es evidente que no estuvo de más.
¿Cómo fue la dinámica del grupo?
Celebramos cinco sesiones. De 9.30 de la mañana a 4 de la tarde. Cada día, los ponentes nos introducían en algunos de los temas propuestos: Confucio, el coleccionismo de arte, la música... Después se abría el turno de preguntas y el debate. La jornada concluía con un almuerzo en el que participaban los profesores.
¿Recomendaría algún libro?
Soy un enamorado de la cultura china. Para aquellos que quieran iniciarse en el conocimiento de su historia y sus costumbres aconsejaría tres libros El zen y el arte del tiro con arco, de Eugen Herriguel, 101 historias zen y El arte de la guerra, de Sun Tzu.
¿Por qué una clase dedicada a la felicidad?
Fue muy estimulante el encuentro con José Antonio Marina. El hombre de empresa está metido en una dinámica que a veces puede resultar perversa: siempre exigiendo resultados a los subordinados, siempre anhelando mejorar los objetivos. Y no siempre logramos aquello que buscamos. Tal vez el ámbito de la empresa resulte un lugar donde la infelicidad acampa con cierta facilidad, y debemos poner freno a esa frustración, o nos volveremos locos.