'España debe recuperar el espíritu de optimismo'
Antonio Garrigues cree que no ha habido en los últimos 30 años una sociedad que haya evolucionado tanto y tan positivamente como la española
Antonio Garrigues Walker (Madrid, 1934) tiene una entrada en Wikipedia, donde se le define como 'empresario y político español de relevante papel en la transición'. En 1982, y tras la muerte de su hermano Joaquín, que fue ministro de Obras Públicas y Urbanismo (1977-1979) y ministro adjunto a la presidencia en diversos Gobiernos de Adolfo Suárez, Antonio Garrigues hizo una incursión en el mundo de la política al crear en 1982 el Partido Demócrata Liberal (PDL), que en 1984 se integró en el Partido Reformista Democrático, impulsado por Miquel Roca, para tratar de ocupar el espacio político de centro. 'Aquello resultó un auténtico fracaso, un fracaso esplendoroso', explica Antonio Garrigues, que hoy preside Garrigues, el mayor bufete de abogados de España y de Europa continental y que, entre otras muchas actividades, es también fundador del capítulo español de Transparencia Internacional. Juega con sus gafas, a las que mordisquea una patilla, mientras recuerda cómo han transcurrido los últimos 30 años de la historia de España. 'Sin duda, años gloriosos', afirma categóricamente.
¿Qué opina de la transformación vivida por España en estos 30 últimos años de los que usted, por su trayectoria personal, profesional y hasta política, ha sido testigo excepcional?
No ha habido en los últimos tiempos ninguna otra sociedad en el mundo que haya evolucionado tanto como la española. Pero de entre todos estos cambios destaca el tema de la mujer. La incorporación de la mujer a la vida española es lo que ha facilitado la riqueza e incluso la complejidad que ahora tiene la sociedad. Estos 30 años han sido fantásticos y, posiblemente, irrepetibles.
La primera obligación de un líder es ser optimista. Jugar al pesimismo conduce a situaciones trágicas'
¿Cree que todos los españoles tenemos esa consciencia de que los últimos 30 años han sido tan positivos?
Puede que haya gente con una visión más corta y otros con una visión más larga. Los jóvenes no tienen por qué valorar estos 30 años de la forma en que yo, que tengo 73 años, los valoro, porque los he vivido con toda plenitud y conciencia.
¿Cree que somos un país de pesimistas?
El pesimismo, como la envidia, es un defecto nacional que también afecta a algunos líderes, a los que les da por jugar al juego del pesimismo. Siempre he pensado que la primera obligación de un líder es ser optimista, porque si al líder le da por jugar al juego del pesimismo, pues será muy divertido, pero nos conducirá a situaciones trágicas. En España tenemos que recuperar el sentimiento de optimismo y estar tremendamente satisfechos de lo que hemos conseguido. Mi temor es que ahora, al cabo de 30 años, la sociedad esté un poco cansada, fatigada del esfuerzo cultural y democrático. Pero no tenemos derecho a descansar, porque en cuanto te quedas quieto, te pasan. Un país que se para, como para coger respiro, pierde su oportunidad. Habría que generar en España una especie de premura, alimentar nuevas ambiciones, nuevas estrategias, darnos cuenta de que podemos con nuestros problemas, porque, al final, desde el punto de vista económico sabemos lo que hay que hacer. España no puede ser el peor país en productividad, en innovación y en utilización y capacitación tecnológica. No digo que seamos los peores, pero estamos entre los peores de Europa y no nos merecemos ese tipo de clasificación. Y como sigamos manteniendo esa pobreza de índices en tres materias definitivas nos vamos a convertir en un país de segunda categoría, dependiente de los países de primera. Y a mí ese futuro, como español, me parece muy aburrido.
¿Qué se puede hacer para evitarlo?
Ahí es donde la política tendría que generar nuevos modelos y donde la grandeza y la objetividad cumplieran un papel más importante. La radicalización de la vida política es ridícula, dramática, pero, al tiempo, es cómica. Es una especie de juego de niños, es una escena llena de inmadurez, porque la gente no se da cuenta de que esta radicalización política genera costes en todos los sentidos. La descalificación permanente del otro es un juego infantil que no merece la pena tener en cuenta. Como se produzca una repetición de la legislatura anterior la gente se agolpará en los aeropuertos para huir.
¿Esa situación hace que se eche más de menos el comienzo de estos 30 años?
Sí, porque entonces había una política en la que había consensos, había respeto, ambiciones, alegría. Todos éramos conscientes de que estábamos participando en una cosa muy bella, que era recuperar la democracia, la libertad, la vida cultural libre, recuperar la modernización económica. Ahora, deberíamos tener el mismo ímpetu para resolver nuestros problemas y no radicalizar y descalificar al contrario.
El problema es que los políticos se hayan acostumbrado ya a hacer este tipo de política y no sepan hacerla de otra forma.
Sí, están acostumbrados, pero yo he hablado con muchos ciudadanos y me dicen que les aburre ese juego permanente, con esa voz sarcástica que pretende estar llena de sentido del humor para ofender y para recriminar a los demás.
Ha comentado usted hace poco tiempo la existencia de un nuevo proyecto liberal. ¿Tiene intención de volver a la vida política?
Yo apoyo ahora y apoyaré siempre los movimientos liberales, pero no estoy involucrado en este proyecto que me parece de verdad un proyecto serio y bien gestionado. No merezco una segunda oportunidad. No volveré nunca a la política activa. ¡Lo digo para tranquilizar al personal!
¿Qué se puede hacer para recuperar el espíritu de principios de la democracia?
Debo reconocer que cuando hago este análisis de la política española no puedo olvidarme de que, también ha descendido de nivel en general en el resto del mundo. No hay más que ver lo que está pasando en Italia o en Francia o incluso en Alemania, donde las cosas van un poco mejor porque hay una coalición entre los dos grandes partidos, pero eso es una medida que no se puede utilizar indefinidamente en democracia. Estamos viendo también lo que pasa y lo que puede pasar en EE UU. La vida política está siendo bastante negativa, pero nosotros no tenemos que seguir malos ejemplos. Podemos reaccionar. Es ahí donde necesitamos los grandes consensos.
¿Es importante que haya discrepancias?
Sí, pero el derecho a discrepar, que en política es básico, no es un derecho absoluto. Hay temas en los que por mucho que uno discrepe no tiene derecho a hacerlo y tiene que llegar al consenso. Es así por ejemplo en el tema del antiterrorismo. Ahí no puede haber dos políticas distintas, pero lo mismo pasaría en temas que afecten a la educación, a la formación tecnológica o a la formación lingüística. Hay una serie de carencias en la sociedad española que los políticos tendrían que estar de acuerdo. Yo soy liberal y defiendo el papel de la sociedad civil. Pero en España aún no tiene todavía la fuerza y el músculo que tiene en otros países y eso es muy malo. Hago un llamamiento para que la sociedad civil se organice mejor.
Si la política española fuera mejor, ¿la economía iría también mejor?
No necesariamente, porque estamos viviendo una crisis mundial y eso no depende de los partidos políticos. Hay unos desajustes en la economía mundial. Pero no hay duda de que una mala política influye negativamente en la vida económica.
¿Cómo está el mundo empresarial desde el punto de vista de buen gobierno?
Vamos mejorando, pero lentamente. Yo creo que en España tenemos que dar un salto espectacular, porque sigue habiendo en algunos niveles poca transparencia y también corrupción.
¿Y qué pasa con la justicia?
Muchas cosas y no precisamente buenas. Todos los estamentos de la sociedad tenemos que colaborar para cambiar la situación. ¿Qué hacer? Por de pronto, necesitamos un consenso urgente de los partidos políticos sobre los temas pendientes. No tienen el más mínimo derecho a no estar de acuerdo. Es inmoral.
Hemos hablado del pasado y del presente, pero, ¿cuál es su diagnóstico sobre los próximos 30 años?
Negar que España pueda tener un futuro optimista es negar la realidad. Un país que ha hecho lo que ha hecho en los últimos 30 años, ¡cómo no va a poder afrontar los problemas actuales! Lo hemos hecho con problemas mucho más serios, más complicados, muchísimo más difíciles y peligrosos. Los líderes económicos, empresariales y políticos, en estos momentos donde hay una crisis económica mundial y aparecen problemas, es cuando más tienen la obligación de transmitir que si España ha hecho todo lo que ha hecho, puede superarlo, y que lo va a hacer, y que la dinámica interna española sigue siendo tremendamente positiva. Necesitamos a gente, a líderes que nos animen.
Refinar el voto. 'La sociedad civil debe fortalecerse'
Antonio Garrigues se encuentra haciendo un estudio sobre los sistemas de voto. 'Consiste en pensar cómo podríamos refinar el voto. Hasta ahora, el ciudadano sólo puede no votar, votar en blanco o votar a un partido. A mí me gustaría poder precisar más el voto. Por ejemplo, si uno tiene que votar a un partido, podría poner una cruz que indicara que sí, que lo voto, pero que estoy disconforme con el comportamiento de ese partido. La intención es encontrar una nueva idea de voto que refinara más el sentimiento', argumenta Garrigues, que opina que la sociedad civil debería jugar un papel más importante. 'Sobre todo para advertir a los ciudadanos que tanta concentración de poder, como la que vivimos, es malísima'.Garrigues es, pese a todo, optimista. Afirma que hemos sufrido una ley de fundaciones y mecenazgo 'que era muy mala e impedía que se crearan fundaciones y asociaciones. Pero desde hace tres años tenemos una ley mejor. Desde que las fundaciones son posibles, éstas empiezan a hacer mucho más, y yo, como liberal, tengo esperanza de que eso vaya creciendo'.