Un cumpleaños con las velas muy agitadas
El euro celebra sus primeros diez años de vida en un escenario mundial de graves desequilibrios económicos.
El euro está de fiesta. A pesar de las turbulencias financieras y la incertidumbre sobre la economía mundial, la divisa compartida por 320 millones de ciudadanos en 15 países europeos celebra desde este mes sus primeros diez años de vida.
Los actos conmemorativos arrancaron en Fráncfort, sede del Banco Central Europeo, el pasado 2 de junio, bajo los acordes de Mozart, Avo Pärt, Britten, Bizet y Beethoven. Y se prolongarán, como mínimo, hasta comienzos del año que viene. El próximo 31 de diciembre es el décimo aniversario de la fijación de los tipos de cambio irrevocables de las antiguas divisas nacionales frente a la nueva moneda común (166,386 pesetas por euro en el caso de España). Y el 1 de enero de 1999 el euro se hacía realidad en los apuntes contables de bancos y empresas, y tres años después, en los bolsillos de millones de europeos. Ese paso requirió dos décadas de intensa preparación y ha dado al planeta una moneda que con sólo diez años ya se tutea con el centenario dólar estadounidense. 'Sólo con imaginarnos cómo estaríamos ahora si no existiese el euro es motivo para rendir homenaje a su nacimiento', celebra el comisario europeo de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia.
Durante esta década, la zona euro ha creado 16 millones de puestos de trabajo y la tasa de paro se situó en 2007 en el 7,3%, la más baja de los últimos 25 años. Y frente a los tipos de interés de dos dígitos que muchas economías de la zona soportaban antes de 1999, el precio más alto del dinero desde entonces ha sido el 4,75% y sólo durante siete meses (entre octubre de 2000 y mayo de 2001).
La asignatura pendiente es la representación internacional del euro
Las dudas iniciales de los mercados sobre la viabilidad de la unión monetaria, alimentadas, sobre todo, desde medios anglosajones, también parecen disipadas. El 25% de las reservas monetarias mundiales ya están en euros y más de un tercio de la deuda pública y privada se emite en esa moneda. 'No tendré la crueldad de citar ahora a quienes profetizaron que la moneda única europea era imposible o que su introducción sería un auténtico fracaso', señalaba el pasado mes de mayo Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, durante un foro organizado por la Comisión Europea.
Pero la fotonovela de este éxito no está exenta de rupturas estrepitosas (el Pacto de Estabilidad saltó por los aires) y celos inconfesables (entre París y Berlín, sobre el liderazgo del proyecto). Y la saga no ha terminado. La segunda década del euro también se anuncia plagada de intensos conflicto.
La pareja Trichet-Sarkozy puede protagonizar algún capítulo especialmente jugoso. De manera significativa, el presidente francés, que achaca a la política monetaria del BCE buena parte de los males económicos de su país, no estuvo entre los invitados a la fiesta del 2 de junio en Fráncfort.
La canciller alemana, Angela Merkel, firme defensora de la independencia del banco, sí figuraba en la selecta lista. La institución ya conoce de primera mano los periódicos roces entre París y Berlín porque nació en una noche histérica de mayo de 1998. El entonces presidente francés, Jacques Chirac, y el canciller alemán, Helmut Kohl, mantuvieron la primera gran trifulca de la unión monetaria por el nombramiento del primer presidente del BCE.
Una década después, el Banco se encuentra atrapado en una de las peores encrucijadas de su corta historia. Con la inflación al 3,6% (mayo), el nivel más alto de los últimos 14 años, Trichet se siente tentado a endurecer su política monetaria.
Pero el furibundo temporal que azota los mercados financieros desde el pasado verano y la incertidumbre sobre el crecimiento de la zona euro le obligan, de momento, a mantener los tipos en el 4%. Los mercados, incluso, intentan forzarle a contemplar una rebaja, un movimiento que no ha realizado desde que asumió la presidencia, en noviembre de 2003. Desde entonces, Trichet ha doblado, en ocho golpes de un cuartillo cada uno, los tipos de interés al 2% que heredó de su predecesor, Wim Duisenberg. A este holandés, grandullón, flemático e irónico, le cupo el honor de estrenar la presidencia del BCE a pesar de la oposición francesa.
El actual dilema de Trichet parece agravarse por lo que, según la Comisión Europea, son las principales asignaturas pendientes del euro. La Unión Monetaria, conforme al análisis elaborado por el departamento de Almunia con motivo del décimo aniversario, no ha aumentado el potencial de crecimiento ni la productividad como se esperaba. 'Además', alerta ese documento, 'persisten sustanciales diferencias entre los países en términos de inflación y costes laborales'. Algunos analistas añaden que el marco fiscal de la zona euro (reflejado en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997, actualizado en 2005) no refleja las necesidades de una unión tan heterogénea, en la que conviven países con una renta per cápita de más de 60.000 euros, como Luxemburgo, con otros como Portugal, que apenas supera los 14.000 euros. El instituto de estudios Bruegel, en un informe nada complaciente sobre el décimo aniversario, reclama que la vigilancia fiscal se centre cada vez más en la deuda pública y no en el déficit, como hasta ahora. La patronal europea, Business Europe, también apunta como asignatura pendiente la ausencia de representación internacional de la zona euro.
Junto a esas críticas constructivas, los analistas anglosajones vuelven a la carga. Y anuncian que la primera década (en la que el euro se ha enfrentado al estallido de la burbuja tecnológica y de las hipotecas subprime, al 11-S y a precios históricos del petróleo y de otras materias primas) ha sido muy fácil comparada con las dificultades que acechan en la segunda. Dentro de diez años, con motivo del 40 aniversario de CincoDías y el vigésimo del euro, se hará balance de nuevo. Ojalá que los agoreros hayan vuelto a equivocarse.
Consulta. El primer euro por votación popular
Ninguno de los 15 países que ha sustituido sus antiguas divisas nacionales por el euro sometió esa decisión a referéndum. Tampoco lo hará Eslovaquia, país llamado a integrarse el próximo 1 de enero. En cambio, los dos Estados que han sometido el proyecto a consulta popular (Dinamarca y Suecia) han fracasado en el intento. Otros, como Reino Unido o Polonia, han anunciado su intención de someter la decisión al veredicto de las urnas, pero no parecen atreverse a hacerlo.La escasez de referéndum responde tanto a la dificultad de defender en una campaña la lógica económica de la unión monetaria, como a la previsible resistencia de la opinión pública, aunque sólo sea por motivos sentimentales, a abandonar la moneda nacional. A falta de ese plebiscito, la UE ha decido someter al menos a votación el diseño de una de las caras de la moneda de dos euros que conmemora el décimo aniversario de la Unión. Más de 141.000 internautas eligieron entre los cinco anversos preseleccionados (reproducidos en está página). Y el 41% optaron por la figura del índalo, que desde enero aparecerá en 90 millones de monedas.