Escaleras y serpientes
El gusto de John Mack por el riesgo ha vuelto a amargarle. El responsable de Morgan Stanley se sumó a la propensión de la firma por colocar el dinero en la cuerda floja cuando regresó al banco hace tres años. Esto contribuyó a unas pérdidas de 11.000 millones de dólares el último año, la mayoría por la pobre gestión de las hipotecas. Un buen inicio del año ayudó a rehabilitar su reputación. Pero una serie de percances en la gestión del riesgo empeoraron el duro segundo trimestre y devolvió a Mack al punto de mira.
Algunas de las emisiones de Morgan están relacionadas con problemas del año pasado: como sus competidores, llevó a cabo más depreciaciones en préstamos apalancados, en parte porque los hedges fund se agriaron y más en participaciones hipotecarias, anotándose casi 1.000 millones de dólares en pérdidas.
Pero también ha habido otras meteduras de pata. Primero, los beneficios de las cotizadas han caído un 39% de un primer trimestre récord. Los tan cacareados negociantes de materias primas de Morgan también tropezaron, haciendo malas apuestas en petróleo y mercados eléctricos. Sus operaciones en grandes agentes inmobiliarios de capital riesgo recibieron un golpe de 250 millones de dólares, algo no demasiado sorprendente. Y lo que ha parecido un pícaro comerciante de crédito perdiendo las huellas de sus propios negocios ha costado a la empresa 120 millones de dólares. Por sí sola, cualquiera de estas cosas habría sido molesta o embarazosa. Todas juntas, y en un trimestre falto de atractivos retornos por la exposición al riesgo, se vuelve la mirada sobre la estrategia de Mack y su capacidad para controlar el riesgo.
De hecho, con los ingresos cayendo en casi todos los negocios excepto en gestión de patrimonios, sólo un par de imprevistos han salvado el trimestre. Los 1.400 millones de dólares de la venta de su negocio español de gestión de patrimonios y un pedazo de MSCI, y 90 millones de dólares de beneficios de su propia deuda, y el banco tuvo la suerte de alcanzar el break even en los tres meses hasta mayo.
Es mejor que perder un dineral. Y la empresa se ha construido una sólida posición. Pero Mack aún necesita demostrar que puede hacer algo más que perder dinero después de amontonarlo en riesgo o que quebrar incluso después de retirarlo.
Por Antony Currie
Electricidad en España
La factura de la electricidad en España ha sido muy baja durante mucho tiempo. El Gobierno ha controlado las tarifas, incluso cuando los costes de producir han subido. Como resultado, los españoles han consumido energía con despreocupación. Mientras, las compañías energéticas se han visto forzadas a vender electricidad a precios regulados que no cubren los costes. La diferencia entre lo que les cuesta producir energía y lo que se les permite cobrar, el llamado déficit tarifario, ha crecido a 15.000 millones de euros acumulados en los últimos años.El único camino para corregir el problema es subir bruscamente los precios. Pero esta idea no es popular entre los políticos. El Ministerio de Industria ha propuesto un simple alza del 5,6% en la tarifa media. Pero esto no será ni de lejos suficiente para resolver el problema.Los analistas consideran que los precios tendrían que subir al menos un 25% para cubrir los costes de la producción de electricidad. Y esto es antes de sumar los gastos extra de financiar el déficit tarifario. El déficit generado será recuperado mediante subidas de precios en facturas futuras, a lo largo de unos 10 años. Esto es injusto para los futuros consumidores porque tendrán que pagar las cuentas de los usuarios del pasado, más intereses.El déficit tarifario también daña a las empresas energéticas. Cuando el crédito era abundante, las utilities españolas no tenían problemas para titulizar su déficit en los mercados de deuda, y conseguir el dinero de antemano. Pero los tiempos se han vuelto más difíciles. La Comisión Nacional de Energía, ahora a cargo de coordinar la titulización, sólo consiguió reunir la mitad de los 2.700 millones de euros que necesitaba en la última subasta de deuda. Las compañías energéticas tendrán que esperar para ser pagadas, contagiando la incertidumbre del marco normativo a sus cuentas de beneficio y pérdidas.En teoría, el déficit seguirá subiendo hasta que las tarifas reguladas desaparezcan en 2010, la fecha límite de la Unión Europea para la liberalización de precios en España. Los políticos simplemente están posponiendo el problema hasta que llegue esta fecha. En la práctica, la economía española se va a poner a caer marcadamente en los próximos dos años, y para entonces puede que el Gobierno no tenga estómago para actuar.Por Fiona Maharg-Bravo