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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cómo eludir la estanflación

La economía española se acerca a uno de los escenarios más peligrosos de todos los posibles, porque compatibiliza un estancamiento de la actividad con una pujante efervescencia de los precios. La temida estanflación, estancamiento con inflación, envía señales que deben ser combatidas con decisión y sin demora para evitar una espiral en la destrucción de riqueza tanto de agentes consumidores como de inversores. El principal riesgo de la estanflación es la limitación del margen de las políticas económicas para combatir tanto los precios como la falta de crecimiento. Una inflación elevada impide inyectar liquidez con tipos de interés más baratos, así como todo tipo de impulsos de demanda, puesto que serían engullidos por la capacidad disolvente de los precios.

La tasa de inflación ha avanzado hasta el 4,7% en mayo, según adelantó ayer Estadística, por el fuerte empuje de los precios energéticos y su filtración a todos los costes de producción. A este anuncio acompaña un fuerte descenso de las ventas del comercio minorista en los cuatro primeros meses del año, en parte provocado por la pujanza de la inflación. Y como corolario, el crecimiento económico podría ser ahora negativo, a juzgar por las estimaciones del Banco de España, que asegura que el perfil de desaceleración se ha intensificado en el segundo trimestre del año. Si en el primero el avance intertrimestral del PIB fue de sólo un 0,3%, ahora bien podría ser cero o hasta negativo.

Los instrumentos tradicionales están neutralizados, unos por falta de soberanía -tipos de interés o tipo de cambio-, otros por la necesidad de mantener el rigor fiscal o no alimentar la inflación -gasto público-. La salida más airosa, con efectos retardados pero más seguros, es un calendario de reformas de oferta bien encadenadas, que combatan los dos problemas a la vez: inflación y estancamiento. Los cambios no permutan las expectativas de la gente de un día para otro, pero perfilarán y reorientarán el modelo de crecimiento para que, cuando la crisis y el pesimismo de los agentes económicos haya cesado, la reactivación sea consistente.

La relación de reformas no es nueva, ni tampoco fácil de ejecutar. Pero sí precisa de la voluntad política que debe acompañar a todo Gobierno que acaba de salir de las urnas. Flexibilidad laboral; fiscalidad empresarial incentivadora de la inversión; regulación con plenas garantías de protección al inversor; agilidad de la justicia; oferta energética abundante, diversificada y segura para que sea barata; distribución comercial menos rígida y administrativamente menos intervenida; plenas garantías de defensa de la competencia; suelo edificable libre, sin más reserva que la protección del medio ambiente, y de tramitación ágil; educación y formación a todos los niveles más ligada al esfuerzo y al aparato productivo... es la corta, pero imprescindible, relación de las reformas que urgen.

Las medidas económicas aplicadas hasta ahora para combatir la crisis no son nada del otro mundo. Hasta el propio vicepresidente Pedro Solbes ha lamentado en público haber liquidado ya la capacidad de maniobra fiscal, para obtener un resultado inapreciable. Es preciso un segundo paquete de medidas menos efectistas y más consistentes, menos financieras y más regulatorias, menos espontáneas y más pensadas.

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