El Real Zaragoza ha gestionado mal su talento
Un gran colega y amigo, José Ramón Til, profesional de recursos humanos, aragonés y fiel seguidor del Zaragoza, coreó hace tres años con todos los aficionados: '¡Esta copica es p'a la Pilarica!' cuando ganaron merecidamente la final de la Copa del Rey al Real Madrid y a todos sus jugadores galácticos. Con moral a tope y perseverancia, superaron dos veces el marcador en contra y dieron la vuelta al partido de forma heroica, jugando parte del tiempo con 10 jugadores.
Este año Til me decía que, tal como iba el equipo, a este paso sólo les salvaba la Virgen del Pilar. Tenía sus motivos, por las muchas veces que ella ha sido generosa con su pueblo. Pero es ante el coraje y la entrega total cuando la Pilarica 'no quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa'. Esta vez era pedirle una complicidad con la mala gestión del talento, que ella, como buena gerente, no estaba dispuesta a compartir.
En la ocasión anterior todo el equipo maño hizo verdadera la frase de que la excelencia y el talento consisten en conseguir que un grupo de personas no extraordinarias produzca resultados extraordinarios. Esto se logra mediante un liderazgo que, a través de la confianza y el compromiso, transforma las capacidades de las personas en acción, eficacia y resultados.
Esta vez, por desgracia, hemos contemplado el negativo de la foto. De la misma forma que un buen liderazgo transforma los granos de trigo en un campo de espigas, todo lo estropea un líder incompetente en su cometido, al ir generando continuas lagunas de incompetencia que se extienden como ondas.
El final agónico de un equipo que al comienzo de la liga aspiraba a la Champions o a la UEFA y ha terminado en Segunda ha mostrado al menos algunos de estos síntomas, todos ellos consecuencia de un liderazgo deficiente:
l Rotación desmesurada de entrenadores: cuatro en un año.
l Aluvión de profesionales, casi a golpe de talonario. La integración no es fácil.
l Entrar en la gestión a niveles inferiores, con la consiguiente debilitación y degradación de autoridad en director y entrenador.
l Síndrome sindicalista en un vestuario unido, pero unido en la deriva. Se despide al director de recursos humanos que quiere implantar disciplina.
l Cortoplacismo e impaciencia: apenas se concede tiempo para consolidar la gestión. Nada importante se puede hacer de un día para otro.
l Echar culpas fuera: las causas de los males están en los otros: árbitros, mala suerte, entrenador, jugadores. Ello dificulta el análisis y la reflexión.
l Baja moral generalizada desde el liderazgo incompetente, a cada nivel, hasta a los jugadores. Se resienten confianza, compromiso y resultados.
La gran esperanza del Zaragoza como institución son sus clientes: sus aficionados, que, hoy por hoy, apenas se los merece. Algo de bueno hay que encontrar al tocar fondo. A partir de ahí sólo se asciende. La Pilarica será de nuevo capitana cuando haya liderazgo que genere entrega y coraje en la tropa. Entonces se le podrá ofrecer la próxima copica.
José Medina. Presidente de Ray & Berndtson Iberia