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Columna
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Coyuntura gris

Carlos Sebastián

La coyuntura tiene, por ahora, color gris. Según la estimación provisional del INE, el PIB creció en el primer trimestre del año un 2,7% respecto a igual periodo de 2007, frente al 3,5% registrado en el trimestre anterior. La tasa intertrimestral avanzada por el INE es de un pobre 0,3%.

Cuando se produce un cambio de tendencia como el actual, la tasa intertrimestral produce una mejor información que la interanual, cuyo mensaje adolece de un cierto atraso. Pero el problema es la estimación de la tasa intertrimestral por la necesidad de eliminar la estacionalidad y otros factores transitorios. El INE la estima sobre los datos corregidos de efecto calendario y produce ese desalentador 0,3% (un 1,2% elevado a anual). Mi estimación del ciclo-tendencia del PIB sitúa la tasa intertrimestral en un 0,75%, algo más tranquilizador pero con un perfil claramente decreciente desde principios de 2007, por lo que hay que esperar que en los próximos trimestres siga bajando.

Las noticias del mercado de trabajo que transmite la EPA del primer trimestre son también grises. El crecimiento del paro es espectacular, un 15,8% respecto al mismo trimestre de 2007, pero el empleo sigue aumentando (un 1,6%). Los activos mantienen un fuerte ritmo, en torno al 3%, y aún no se ha producido la desaceleración que suele acompañar a los periodos de ralentización económica. La composición de la población activa ha cambiado tanto que no sabemos en qué medida vamos a tener ese efecto desánimo sobre los activos no ocupados. El empleo en la industria se mantiene y en los servicios sigue creciendo. Con la actual tendencia durante este año, el empleo crecerá en torno al 1,2%, con caídas en la agricultura y en construcción pero aumentos en industria y servicios. El paro crecerá por encima del 20% respecto a su nivel de 2007. La cuestión es si esta combinación de paro creciente pero mayor empleo quebrará seriamente las expectativas de las familias o, por el contrario, les llevará a una reducción leve (no muy drástica) de su gasto.

Con el bajo endeudamiento y un tipo de interés real tan reducido no supondría una desestabilización registrar un déficit cercano al 3% del PIB

A esa última cuestión le afectará la evolución de la financiación al consumo. Y aquí las perspectivas de la oferta de crédito son más que grises. A la natural prudencia exigida por la crisis internacional de liquidez se une un aumento extraordinario de la morosidad. El último boletín de Gesif SA, una empresa de recuperación de deudas bancarias, estima que el volumen de créditos en mora está creciendo al 63% (un 61% en los bancos y un 86% en las cajas) y que a final del verano esa tasa superará el 100% (un 168% en las cajas). La ratio de morosidad respecto a créditos aún es baja (un 0,9% en los bancos y un 1,2% en las cajas), pero la desaceleración del crédito y la comentada explosión de la morosidad van a elevar esas ratios en los próximos meses. En este contexto, los consumidores no van a encontrar muchas facilidades para financiar su gasto. Si, encima, el crecimiento del paro y la desaceleración (que no caída) del empleo quebraran seriamente sus expectativas, la evolución del consumo puede empeorar mucho más.

¿Y la inflación? Mal gracias. Caminando a una tasa superior al 4% y con escasas posibilidades de que disminuya ese ritmo a lo largo del ejercicio. La inflación subyacente se mantendrá por encima del 3% sin tampoco bajar de esa tasa. Los responsables de la política económica siempre están preocupados con lo que llaman efectos segunda ronda (traslado al resto de precios del encarecimiento de las materias primas). Pero si no se produce ese traslado, ¿cómo van a percibir los usuarios finales el encarecimiento permanente de, digamos, la energía? Tiene que haber un cambio sustancial en los precios relativos y, transitoriamente, una elevación de los precios medios. La cuestión es que la elevación sea, efectivamente, transitoria.

Respecto a las propuestas que se oyen, en política fiscal, en donde defiendo una ortodoxa estabilidad, creo que se está siendo excesivamente conservador. Con el bajo nivel de endeudamiento y con un tipo de interés real tan reducido no supondría una desestabilización registrar un déficit cercano al 3% del PIB durante este ejercicio y en el próximo. La cuestión es elegir los programas de gasto (o de reducción de ingresos) que se justifiquen por otros motivos y que no se enquisten generando compromisos de gasto en el futuro. Algunas infraestructuras necesarias y viviendas VPO serían buenas opciones.

Por otro lado, se vuelve a hablar de reforma laboral. La he estado pidiendo en los últimos 20 años, pero ahora me parecen más urgentes otras reformas, como la de todas las Administraciones públicas, incluida la de la justicia. Hay una gran resistencia social a la reforma laboral y tiene que ser tenida en cuenta. El único aspecto que no lo tendría (y sería muy deseable) es la reforma de la negociación colectiva, pero ésa está bloqueada por las cúpulas de la patronal y de los sindicatos, que no quieren que las empresas se puedan descolgar de los convenios sectoriales y provinciales porque perderían poder. Se está hablando de la flexiseguridad escandinava como modelo alternativo. Y está bien como concepto. Pero las Administraciones de esos países están a años luz de la nuestra y sin buenas agencias públicas el modelo es irrealizable.

Carlos Sebastián. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense

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