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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

IPC a la baja, si el crudo lo permite

La inflación cedió tres décimas en abril y se sitúa en el 4,2%. Sin duda, una buena noticia. Pero en ningún caso una victoria, pues continúa por encima del 4%, el doble del objetivo del BCE. Además, aunque el diferencial con la UE se coloca por debajo de un punto, sigue siendo muy alto. La bajada de precios de los servicios -más inelásticos al no estar expuestos a la competencia exterior- es responsable en gran medida de la mejoría del índice, lo que ha permitido que también se reduzca en tres décimas el dato de la inflación subyacente, que excluye energía y alimentos frescos.

Pese a que la bajada de abril en servicios es esperanzadora, arroja dudas sobre su continuidad. Es probable que se deba al efecto estacional de la Semana Santa que cayó este año en marzo. Pasado el periodo vacacional, hoteles, restaurantes y centros de ocio han vuelto a precios de temporada baja lo que explicaría el descenso del índice del mes pasado. De ser así, la reducción de la inflación de abril podría ser un mero espejismo. Sin embargo, la caída de cinco décimas en servicios no se justifica sólo en el descenso de ocio y restauración. Aunque habrá que esperar para verificarlo, hay señales que apuntan a que la inflación se puede moderar. En este sentido, es alentador que la reducción de precios no se haya limitado a los servicios. También han bajado en bienes industriales no energéticos, en alimentos frescos e incluso en los productos energéticos. Y es que la reducción del consumo tiene que dejarse notar en la inflación. Numerosas cadenas de distribución están anunciando fuertes descuentos. La atonía de los consumidores debe contrarrestarse con precios atractivos, por lo que tendría sentido una contención de la inflación en el corto plazo, al menos en los productos más ligados al consumo.

La resistencia de la escalada del precio del petróleo y otros productos energéticos pone en entredicho, no obstante, cualquier previsión por mucho que cumpla con la ortodoxia económica. La inflación depende, más que nunca, del precio del barril, y ayer el Brent volvió a marcar máximos al tocar 124 dólares. Si el resto de los productos empieza a ser sensible a una reducción del consumo, el petróleo parece inmune. Algunos expertos justifican el precio del crudo por la fuerte demanda de los países emergentes. Pero no parece sostenerse cuando la economía del primer consumidor mundial, EE UU, ha rondado la recesión. La explicación de esta tenacidad hay que buscarla en la especulación. Y no sólo existe el riesgo de que el petróleo continúe subiendo. Por ahora, las gasolineras españolas han trasladado a sus precios finales solamente la mitad del aumento del coste internacional. Quizá se produzcan nuevas subidas de las gasolinas aunque baje el crudo.

Si el precio del crudo es un factor exógeno contra el que no se puede luchar, no ocurre igual con otros muchos sectores y productos. El mejor comportamiento de los servicios en abril debe ser un acicate para incidir en medidas que profundicen la competencia en diversos mercados. Aunque en algunos casos el problema no radica en la escasez de competidores, sino en la falta de responsabilidad de algunos de los que ya están operando y que juegan con los precios de forma muy poco escrupulosa.

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