Más allá del corto plazo
El contenido económico de la intervención del candidato a presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero no ha sorprendido. De hecho, en las páginas electrónicas de los medios de ayer eran práctica mayoría aquellos que destacaban el anuncio de las medidas de reactivación. Y aunque ese contenido coyuntural de sus iniciativas tiene un amplio consenso y debe ser aplaudido, para mí tienen mucho mayor calado económico sus propuestas de largo plazo, algunas dibujadas de forma precisa y otras de manera más diluida.
He comentado en más de una ocasión que sería un error que el país se obsesionara con la frenada de la actividad. Y que, más allá de los problemas coyunturales que nos aquejan, el Gobierno no puede perder de vista hacia dónde debería dirigirse nuestra economía. Decía el clásico que no hay vientos favorables si se desconoce el destino al que uno debe dirigirse. Y, por ello, conviene saber hacia dónde quiere conducirnos Zapatero.
Desde este punto de vista, reconforta que el candidato haya situado como piedra angular de su discurso la necesidad de reforzar y profundizar una política económica que contribuya al crecimiento de largo plazo. Y ésa se basa en la definición precisa de tres ejes que, en opinión del candidato, se resumen en una fiscalidad prudente, un permanente diálogo con los agentes sociales y, en especial, una política que refuerce la competitividad de nuestra economía, con lo que ello implica de aumentos de la productividad, y subsiguientes reducciones en las tensiones inflacionistas.
El énfasis de Zapatero en I+D es más que notable e indica que el discurso de la productividad ha calado en nuestra clase dirigente
Ese es el diagnóstico acertado. Justamente hoy, con tanta preocupación, e incluso alguna histeria, acerca de la crisis de la construcción, es especialmente importante confirmar que ésa es la dirección que debe continuar el país. æpermil;sa debe ser la meta, siempre inalcanzable, que debe regir el curso de nuestra política económica. Y teniendo en cuenta esa dirección, se puede, a continuación, hablar de las medidas que el ciclo exige.
Además, el contenido económico de sus propuestas no se agota en aquella parte de su discurso formalmente interesado en las condiciones económicas. Por el contrario, el candidato ha abordado en otros momentos de su intervención aspectos esenciales para el buen funcionamiento económico del país y para favorecer aquel crecimiento de largo plazo tan deseable. En este contexto, y creo que por vez primera en un discurso de esas características, el contenido económico de sus iniciativas se funde con importantes propuestas programáticas relativas a la eficiencia y la equidad. En una línea, que siempre he defendido, que postula que ambos conceptos no son antagónicos sino que, por el contrario, son del todo complementarios.
Es decir, las políticas redistributivas y de igualdad de oportunidades no sólo no están reñidas con un sólido crecimiento económico sino que forman parte indisoluble de una política diseñada para incentivarlo. Así, por ejemplo, no puede hablarse de mejora de la productividad sin considerar, al mismo tiempo, la calidad del factor trabajo. Y esa calidad depende críticamente de la educación y, de forma muy especial, de la igualdad de oportunidades. Porque perder capital humano por falta de recursos públicos no sólo es injusto, sino que, además, es estúpido. Por ello, igualdad de oportunidades, inversión educativa y productividad son distintas caras de un mismo prisma.
Igualmente, la política de infraestructuras físicas, en especial el fomento del ferrocarril, vincula los avances productivos con la movilidad de la mano de obra (y de ahí, la necesidad de unas potentes cercanías en las grandes ciudades). Y lo mismo puede decirse del apartado de I+D, donde el énfasis de Rodríguez Zapatero es más que notable e indica que el discurso de la productividad finalmente ha calado en nuestra clase dirigente.
Finalmente, no puedo menos que citar sus consideraciones sobre la inmigración. Que es necesaria, que debe ser regular y ordenada y que debemos integrarla son aspectos sobre los que he venido insistiendo estos últimos años. Por ello, reconforta escuchar esos argumentos en la investidura del presidente, y reconforta porque este tema es crítico para el presente y, en especial, para el futuro de nuestra sociedad. Me permito sugerirle que incluya a un pacto de Estado por la inmigración entre los acuerdos que parece querer impulsar. Nuestros hijos de buen seguro que se lo agradecerán.
En síntesis, un diagnóstico de hacia dónde queremos ir basado en la necesidad de continuar invirtiendo en I+D, profundizar la mejora del capital humano, acumular infraestructuras o potenciar e integrar la necesaria inmigración. Una dirección acertada. Y, por ello, los ajustes en el corto plazo pueden contemplarse positivamente, porque entiendo que no nos desviarán de ese rumbo, sea cual sea la fuerza con la que soplen los vientos de la crisis financiera.
En el corto plazo, su discurso es coherente con ese diagnóstico: un amplio conjunto de medidas para suavizar la frenada en curso, pero sin grandes aspavientos. Y en eso también coincido. Porque no es deseable evitar el ajuste de nuestra economía a los excesos del boom de la construcción si queremos impulsar un modelo más competitivo y con crecimientos más elevados de la productividad. No se puede estar en la procesión y repicando. Y una parte de los recursos que hemos destinado a la promoción inmobiliaria debemos dirigirlos, ahora y en el futuro, a reforzar esas bases productivas que nos aseguren el crecimiento en el largo plazo.
Para terminar, hay que destacar su propuesta de un gran acuerdo económico y social. Vienen tiempos difíciles y, si queremos hacer los ajustes deseables con el menor coste social posible, el entendimiento de patronales, sindicatos y Gobierno es crucial. Intentemos transitar por las turbias aguas de la crisis inmobiliaria y crediticia de la mejor de las maneras posibles. Pero que la tempestad no nos ciegue el entendimiento. Y que el Gobierno sepa utilizar los vientos que hoy nos azotan para acercarnos, algo más, hacia una meta que todavía está lejana. El discurso de Zapatero va en esa línea. Que tenga suerte.
Josep Oliver Alonso.Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona