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Tribuna
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Elecciones en Italia: sí, podemos

Italia acude a las urnas el 13 y 14 de abril en el marco de la crisis económica internacional, lo que va a dejar poco margen de maniobra al nuevo Gobierno, según el autor. Una gran alianza a la alemana sería, en su opinión, la mejor opción para llevar a cabo las reformas institucionales y económicas que el país necesita.

Los próximos 13 y 14 de abril tendrán lugar en Italia elecciones generales. La caída del Gobierno de Romano Prodi tras perder la confianza del Senado y dimitir después de un breve mandato de 20 meses, abre un nuevo escenario político y el probable regreso al poder de Silvio Berlusconi, líder del la coalición conservadora Pueblo de la Libertad.

Prodi no se presenta a la reelección, y el principal contrincante de Berlusconi es Walter Veltroni, líder del Partido Demócrata, que incluye en sus listas a radicales, y se ha aliado con la formación liderada por el magistrado Antonio di Pietro (Italia de los Valores). Las últimas encuestas dan un margen de 7,5 puntos de ventaja al partido de Berlusconi (con un 44% de los votos, frente al 36,5% del PD), pero también confirman que la distancia entre los dos candidatos se ha ido estrechando en las últimas semanas.

Estas elecciones tienen lugar en el marco de la crisis económica internacional que también está afectando a Italia. Pese a la notable mejora en las cuentas públicas (el déficit público en 2007 fue del 1,9%, el más bajo de los últimos 10 años, lo que ha permitido al país salir del procedimiento por déficit excesivo abierto por la Comisión Europea), el Gobierno Italiano acaba de recortar las previsiones de crecimiento del PIB para este año al 0,6% (eran del 1,5% en septiembre), y ha aumentado las del déficit del 2,2% al 2,4%. Esto va a dejar poco margen de maniobra al nuevo Gobierno que gane las elecciones para aplicar políticas de estímulo si la situación económica se deteriora, lo cual es aún más problemático dado que la política monetaria es ahora controlada por el Banco Central Europeo que no parece estar dispuesto a seguir la orientación de la Fed estadounidense de reducir los tipos de interés pese a la crisis. Además Italia ya no podrá recurrir a la tradición de devaluar la lira.

Berlusconi, que fue primer ministro durante los cinco años que precedieron al Gobierno de Prodi, y que fue famoso (entre otras razones) por sus amnistías fiscales, culpa a este último de la crisis económica por perseguir a los evasores de impuestos, lo que según él ha deprimido la economía al perjudicar al consumo.

Sin embargo, el récord de su mandato es muy magro. Un informe reciente del Banco de Italia muestra que bajo su Gobierno las rentas se estancaron. Además, el crecimiento del PIB fue mínimo, y el diferencial de crecimiento con la Unión Europea se ensanchó; los costes laborales unitarios aumentaron más en términos relativos que los de los países vecinos de la UE, y el peso de las exportaciones italianas a nivel global se redujo. Berlusconi se ha comprometido a abolir los impuestos de propiedad para los dueños de primera vivienda, y a reducir los impuestos por horas extras.

Veltroni, por su parte, ha propuesto un plan ambicioso para resolver los problemas más cruciales que según él confronta el país: las desigualdades, la ineficacia económica, la baja calidad de la democracia y la escasa libertad de los ciudadanos para diseñar su vida. Para resolver estos retos Veltroni esta proponiendo reformas institucionales (con una reducción significativa en el número de parlamentarios y senadores), laborales, económicas y sociales. Por su carisma, capacidad de movilización y mensaje, muchos le comparan con el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos Barack Obama (de hecho ha adoptado su tema de campaña: Yes, we can, Sí, podemos). Veltroni está apelando al voto de los jóvenes con propuestas de ecologismo productivo, de subvenciones a los alquileres y de créditos blandos, y al de las mujeres ya que quiere se conviertan en el 'eje del nuevo desarrollo' (en un país que está sólo por delante de Turquía y México en la OCDE en la proporción de mujeres empleadas en edad de trabajar).

En el área económica se ha comprometido a reducir los impuestos y la cuota del IRPF, fijar un salario mínimo para los trabajadores con contratos de corta duración de 1.000 euros, reducir el gasto público, dar una bonificación a las familias de 2.500 euros por el primer hijo y liberalizar sectores como las telecomunicaciones, los carburantes y el transporte.

La política italiana, que en ocasiones ha sido comparada al infierno de Dante, tiene una larga tradición de Gobiernos inestables que no han sido capaces de implementar las reformas necesarias. Es difícil prever que una victoria de Berlusconi pueda cambiar esta dinámica. Al contrario, durante sus dos mandatos Berlusconi se ha caracterizado con frecuencia por confundir sus intereses personales con los del país. Algunos observadores especulan con la posibilidad de una gran coalición a la alemana que pueda llevar a cabo las reformas institucionales y económicas que Italia necesita. Pese a lo improbable de este escenario, cabe esperar que las urnas den un veredicto que lo haga posible. Italia lo merece.

Sebastián Royo, Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid, y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard (sroyo@suffolk.edu).

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